Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





¿NOS LLAMA JESÚS A ODIAR?

23º domingo ordinario. 8 septiembre 2019

Lucas 14,25-33.

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

(Permítanme compartirles mi comentario que pienso ofrecerles a estas comunidades congregadas como parroquia del Perpetuo Socorro a donde recién he sido enviado).


En mi labor sacerdotal, a donde quiera que voy, llevo una insistencia de base, hacer que todos los católicos sean escuchas obedientes de la Palabra del Maestro, nuestro Señor Jesucristo. Leer y estudiar los santos evangelios es lo que puede hacer, con la gracia del Espíritu Santo, que poco a poco vayamos entrando en sintonía con esa Palabra, con toda la persona de Jesús. Por eso siempre acostumbro poner mi comentario al servicio de esa Palabra, ayudar a que se entienda no tanto superficialmente o a la letra, sino a profundidad, en el espíritu que Jesús lo dice. En esto todos nos tenemos que ayudar, desde el Papa, pasando por los obispos, los sacerdotes y ayudándonos de los laicos, de su manera de entender y de vivir la Palabra escuchada. Además, estamos en el mes de la Biblia, qué mejor oportunidad para abrir nuestro corazón a la Palabra de Dios.

Para apreciar la fuerza que le imprime nuestro Señor a estas palabras suyas que hemos escuchado en el evangelio, quisiera primeramente señalar que el verbo que utiliza él es más fuerte que el que nos ofrece el leccionario romano. Dice el leccionario: "Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre…”. Pero si vamos a los documentos griegos, que son los más antiguos que tenemos, nos damos cuenta que la palabra de Jesús que nos ofrece el evangelista, es odiar, así tal cual. Tendríamos que traducir pues: "Si alguno quiere seguirme y no odia a su padre y a su madre”, etc.

Ésa es la palabra textual que escuchamos en el evangelio. Ahora tendremos que entrar en el entendimiento profundo que Jesús le quiere imprimir a su exigencia, entrar en sintonía espiritual con Jesús. Yo quiero trato de entender así a Jesús: él no nos llama al odio negativo que rechaza y quisiera destruir al otro. Yo no entiendo que Jesús nos esté llamando a agredir a nuestros seres queridos más cercanos ni a nadie. Ése es el odio del mundo, del que desgraciadamente muchos habremos tenido ya experiencia o quizá hasta lo hayamos practicado, el odio y el rencor.

Yo quiero captar la fuerza que le quiere dar Jesús a su enseñanza, de esta manera: la expresión ‘preferir’ no me parece correcta si nos lleva a una preferencia entre iguales pero en la que los primeros, los de a mero adelante tienen, es decir, tienen preferencia ellos sólo por el hecho de que llegaron primero a la fila y así se formaron. Esto equivaldría a minusvalorar a Jesús, la opción radical por él, como diciendo: te pongo en el primer lugar a ti, pero no es porque valgas más. Imagínense, como en otras ocasiones lo he mencionado, que el esposo le diga a su esposa: ‘tú eres mi preferida’. Les aseguro que quien escucha eso inmediatamente le pide el divorcio: ‘¿tu preferida entre cuántas?’

No. A Jesús no lo podemos poner entre la bola y decirle ‘tú eres el primero’, ‘tú tienes preferencia'. Como no hay un verbo adecuado, seguramente ni en griego ni en español, Jesucristo utiliza el verbo ‘odiar’. Hablando de los seres queridos, no se entiende ni se acepta fácilmente, pero si empezamos por el último de esa lista, es cuando podemos entrar en el entendimiento del espíritu de Jesús. El último que Jesús menciona en su lista soy yo: "el que no se odia a sí mismo no puede ser mi discípulo”. ¿Acaso Jesús está hablando de un odio positivo o negativo que nos lleva a agarrarnos a golpes a nosotros mismos, a atentar contra nuestra vida y nuestra integridad como lo haría cualquiera que nos odia con ese odio que practicamos en el mundo? Desde luego que Jesús no se está refiriendo a ese odio. Contemplemos una imagen de Jesucristo crucificado: Jesús no se azotó a sí mismo, no se puso él mismo la corona de espinas, no se clavó él mismo sus clavos en la cruz, no se mató a sí mismo. Fueron otros los que lo hicieron, más sin embargo, el resultado es el mismo. Jesucristo, digámoslo con espíritu evangélico, se odió a sí mismo al renunciar totalmente a sí mismo, al entregar la vida tan radicalmente por la salvación del mundo, y eso mismo es lo que nos pide a los que queremos ser sus discípulos, y los que no quieren también porque Jesús nos llama a todos.

Si esto nos ayuda a entender inicialmente las palabras de Jesús, qué bien, pero si nos sentimos todavía confundidos, continúen meditando las palabras de Jesús en su vida.

 

 

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