Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     




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LA HERMOSA NOVEDAD DE JESUCRISTO

Domingo 6 de diciembre de 2020

2° de adviento

Marcos 1,1-8.

Carlos Pérez B., pbro.

 

En años anteriores, diciembre siempre nos ha traído alegrías anticipadas: el anuncio de los aguinaldos, la espera de los regalos, de los encuentros familiares y de amigos, de las cenas y de los brindis, y no se diga por las luces brillantes y multicolores, así como la música contagiosa, que nos anuncian la llegada de la navidad, una fiesta ¿religiosa?, una fiesta de la que se ha apropiado nuestra sociedad… y principalmente el comercio.

Este año no será completamente así, sino con muchas limitaciones. Pero sin lugar a dudas que también este año, diciembre ha llegado con buenas noticias: las vacunas anti covid ya se van a empezar a aplicar en algunos países, como en el Reino Unido, en Estados Unidos, Rusia, Brasil. También para nuestro país la buena noticia es que el próximo martes se va a dar a conocer el plan de vacunación. No se podrá vacunar a 130 millones de personas en una semana, o en un mes, pero ya se vislumbra la salida de este oscuro túnel en el que nos ha metido este multimentado virus.

Pero muy por encima de estos buenos anuncios, están las buenas noticias de estos magníficos anunciadores: el evangelista san Marcos, el profeta Isaías (en la primera lectura y en el evangelio), lo mismo que Juan bautista. La esperanza nos hace vivir ya en la alegría, porque es la seguridad de que esas promesas se cumplirán cabalmente.

Quinientos años antes de la llegada de Jesús, el profeta invitaba al pueblo a preparar su camino, a enderezar los senderos. Propiamente Isaías se estaba refiriendo a un pueblo que había sido exiliado en Babilonia, en lo que hoy es Irak. La buena noticia consistía en anunciarles a esos esclavos hebreos viviendo en el extranjero, el retorno a la tierra prometida, a la patria que Dios les había otorgado desde antiguo. Con ternura que llega al corazón les dirige el llamado: "Hablen al corazón de Jerusalén y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbre”. El regreso de los que se han ido lejos es siempre una alegría para los que se quedan y para los que vuelven. El llamado va dirigido a otros, para que le abran camino a su pueblo. Pero el evangelista interpreta este buen anuncio como la llegada de otro más importante, ese Otro para quien es necesario enderezar nuestras vidas que es el camino para que llegue. Y ésta es la llamada de atención que nos dirige Juan el bautista. Este Juan nos invita a cambiar radicalmente nuestras vidas, eso es la conversión, para estar preparados para la venida del que es más importante y poderoso que él, Jesucristo, el que viene a bautizar, a impregnar a este mundo con el Espíritu Santo. ¿No es esto lo que necesita urgentemente nuestro mundo tan perdido y desorientado? No es una falsa consideración sino una realista constatación el decir que nuestra humanidad aún no se anima a dar el paso de la carnalidad a la plena espiritualidad, a la vida en el Espíritu.

Éste es el anuncio del evangelista: ‘les quiero escribir una buena noticia en 16 capítulos: esa buena noticia se llama Jesucristo, el Hijo de Dios’. Por eso los evangelios, los cuatro, se llaman así, ‘Evangelios’, que en griego significa ‘buena noticia’, ‘buen anuncio’, ‘buena novedad’. ¿En verdad lo es? No hay que decir que sí de buenas a primeras. Es necesario leer todo el evangelio, los cuatro. Eso es lo que les pedimos a todos, absolutamente a todos los católicos, que se pongan a estudiar, página tras página, los santos evangelios, cada día una página o un capítulo. ¿Es algo difícil? Claro que no, no se lleva más de diez minutos leer una página. Y para quienes aman a Jesús en persona, pues es algo sumamente agradable encontrarse con él en esas páginas.

Esta Persona tan maravillosa llamada Jesucristo, el Hijo de Dios, es el que nos llena de manera anticipada y también presente, de alegría en este tiempo de adviento. Nos llena de alegría porque vamos a celebrar su nacimiento que sucedió hace 2 mil años, pero lo queremos celebrar como un hoy, colocando su imagen en el pesebre de Belén. Nos llena de alegría porque se encuentra con nosotros en cada momento de nuestra vida, si vivimos evangélicamente despiertos, alerta, como lo escuchamos el domingo pasado, para que no pase de largo sin darnos cuenta. Pero sobre todo nos llena de alegría, porque nuestra vida cristiana es caminar al encuentro definitivo de él que viene a nosotros, para dar cumplimiento al propósito con que Dios nos creó y creó todo el universo. Es lo que proclamamos en navidad: reino de paz, reino de amor.

Vivamos así intensamente este tiempo previo a la navidad y siempre.

 


 

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