Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     



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TRANSPARENTAR LA NAVIDAD DE JESÚS

Domingo 13 de diciembre de 2020

3° de adviento

Juan 1,6-8 y 19-28.

Carlos Pérez B., pbro.

 

Nos estamos preparando para la navidad. No sólo nos estamos preparando para una fiesta que este año va a ser muy diferente por causa de la pandemia, sino para la segunda venida de Jesús. La navidad ahora será, así lo esperamos, una fiesta familiar, sólo los que vivimos en una misma casa. Ni siquiera conviene que nos juntemos con la familia amplia, menos con nuestros amigos. La fiesta de la navidad es sólo la ocasión para celebrar la venida de Jesús a este mundo, hace 2020 años. ¿Sigue presente entre nosotros? Son muchos años y nuestro mundo, nosotros mismos, estamos tardando mucho en cambiar, cambiar nuestras personas, convertirnos desde el corazón, transformar nuestro mundo. Es que le ponemos atención a muchas otras cosas, menos a lo que es verdaderamente importante. Incluso los que formamos parte de esta Iglesia católica, como que no estamos enfocados o centrados en Aquel cuya venida estamos celebrando y cuya venida definitiva estamos esperando.

¿Qué escuchamos en el pasaje evangélico de hoy? Juan bautista es un verdadero testigo de Jesucristo. Los sacerdotes y levitas, de la secta de los fariseos, le preguntan, ¿quién eres? ¿Por qué bautizas? No era usual bautizar a las personas entre los judíos, ellos practicaban la circuncisión con los niños varones, practicaban la presentación de niños y niñas en el templo de Jerusalén, para ofrecérselos a Dios. Los judíos tenían otras ceremonias rituales, pero no el bautismo. Juan no bautizaba en el templo de Jerusalén, a pesar de que era de familia sacerdotal. No. Juan estaba practicando algo, hasta cierto punto, fuera de la religiosidad judía. Así es que le preguntan ¿qué estás haciendo? ¿Qué onda traes? Quizá las autoridades judías estaban preocupadas por estas prácticas que estaban fuera de su oficialidad. Quizá le estaban dando a entender a Juan que no tenía permiso de los sumos sacerdotes para hacer eso, con los pecadores, con la gente que no subía al templo por considerarse impura. Su principal pregunta era pues ¿quién eres?

Y la respuesta de Juan es muy curiosa pero al mismo tiempo muy fuerte y profunda: "yo no soy el Cristo”. Generalmente nadie responde así cuando se le pregunta quién eres. Uno dice inmediatamente ‘soy fulano de tal, me dedico a esto’. Quizá los niños sí contestan en relación con sus papás, no dicen quién es cada quien sino quiénes son sus papás. Así Juan. Esto quiere decir que él no se entiende a sí mismo sino en relación con Jesucristo. Lean cuidadosamente estos versículos, del 19 al 36, en su Biblia, del capítulo 1 del evangelio según san Juan. El Bautista nunca les dice, ‘yo soy Juan, el hijo de Zacarías’. No. Él sólo sabe dar testimonio del Cristo. ¿Qué importa quién soy si el importante es otro? Pongan sus ojos en él, yo vine a anunciarlo a él. Cuántas cosas dicen los dos Juanes (el bautista y el evangelista) de Jesús: 1- Uno a quien ustedes no conocen. 2- Viene detrás de mí y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. 3- He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (v. 29). 4- Está delante de mí porque existía antes que yo (v. 30). 5- He venido a bautizar para que él sea dado a conocer (v. 31). 6- he visto al Espíritu bajar sobre él (v. 32). Él bautiza con el Espíritu Santo (v. 33). 7- Doy testimonio que él es el Elegido de Dios. Finalmente, en el v. 36 hace entrega de sus propios discípulos a Jesús para que se vayan con él.

Todo esto dice de Jesús, pero nada sobre sí mismo. La Navidad es la fiesta para que pongamos a Jesucristo en el centro de todo: de nosotros mismos, en el corazón de cada uno, en el centro de nuestra familia, en el centro de nuestra sociedad, en el centro de nuestro mundo, en el centro de toda la humanidad, de toda la creación.

Ahora, preguntémonos nosotros ¿Quién soy yo, para qué y para quién estoy en este mundo? ¿Cuáles son mis aspiraciones y proyectos, mis afanes y mis intereses? Permítanme responder. Muchos que nos decimos creyentes, vivimos para nosotros mismos, cada quien para sí mismo. Yo doy testimonio de mí mismo. Como soy presumido, me gusta lucirme, aunque sea discretamente, me gusta que me reconozcan, que se den cuenta de que soy importante, incluso, de que yo soy el centro de todos los que me rodean. Y, si no somos tan presumidos o altaneros, pues al menos tenemos que reconocer que ciertamente Jesucristo no está en el centro de nuestras personas, no lo transparentamos en nuestras vidas. Las personas con las que tengo contacto, ¿alcanzan a ver a Jesucristo en mí con cierta facilidad?

En relación con la Navidad hay que decirlo también: en nuestras celebraciones no fácilmente transparentamos que el centro de toda esta fiesta es Jesucristo. Es necesario aprender, enseñarles a todos nuestros católicos a espiritualizar nuestra navidad. Antes de clavarle el diente al pavo, al pollo o a los buñuelos, y no se diga, antes de sorber el primer trago de licor, es necesario ponernos en oración, darle gracias al Padre porque nos ha enviado a su Hijo, nuestro Salvador, y porque nos lo enviará de nuevo para darle plenitud a todas estas cosas, leer algún pasaje de los santos evangelios. Y qué mejor que hacer una sencilla posada, (ir a Misa de noche buena en tiempos de no pandemia), enviarles o haber compartido previamente con los más necesitados, nuestra cena de navidad, y entonces sí sentarnos a la mesa con nuestros seres queridos. Entonces sí diremos, "¡Feliz navidad (natividad) de Jesús!”.

 


 

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