Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     




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CUARESMA, TIEMPO DEL ESPÍRITU

Domingo 21 de febrero de 2021, 1° cuaresma

Marcos 1,12-15.

Carlos Pérez B., pbro.

 

El primer domingo de cuaresma, cada año, proclamamos el evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto. Este año nos ha tocado leer este pasaje en san Marcos. Este evangelista es muy breve, y, sin embargo, es la versión más antigua.

1° Mientras que Mateo y Lucas nos explicitan cuáles fueron las tentaciones que padeció Jesús en esos cuarenta días de desierto: convertir unas piedras en panes, tirarse desde lo alto del templo, poseer toda la riqueza de las naciones; Marcos no las menciona.

2° Marcos no nos dice que Jesús se pasó esos cuarenta días sin comer. Al no ser acotados por este ayuno, nos da a pensar que el tiempo de desierto de Jesús fue en realidad más prolongado, porque el número 40 en la Biblia no es solamente una cantidad aritmética sino un número que indica plenitud. Posiblemente fueron años los que pasó Jesús en el desierto, en una vida eremítica como se acostumbraba en aquellos tiempos. De cualquier manera, ese fue un tiempo de prueba, un tiempo de tentaciones, pero también un tiempo del Espíritu.

3° Fue también, como lo da a entender san Marcos, un tiempo de armonía con la naturaleza, entre animales salvajes, con la presencia de los ángeles. ¿Un tiempo de reino de Dios? Esta sintonía y comunión con la creación se reflejará claramente en el evangelio vivido y predicado por Jesús en las páginas siguientes.

4° En lo que están de acuerdo los tres evangelios sinópticos, es en que el Espíritu Santo fue el que condujo a Jesús al desierto. Mateo y Lucas nos dicen que Jesús fue llevado o conducido por el Espíritu, mientras que san Marcos refiere que "fue empujado o aventado”. Total, que el desierto es una obra del Espíritu. Si fuera cosa del diablo, se lo habría llevado a un lugar de diversión y disipación.

La Iglesia aprovecha la brevedad de este relato, para ofrecernos además el comienzo del ministerio de Jesucristo, cosa que no leemos cuando nos toca proclamarlo en Mateo o Lucas. Gracias a que Jesús venía de la prueba, de la penitencia, de la renuncia, con más fortaleza y coherencia podía invitar al pueblo a la conversión.

"El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca”, predicaba Jesús. Se refería a ese tiempo prolongado de siglos, casi dos milenios, en que el pueblo estuvo esperando la final intervención de Dios prometida a nuestro padre Abraham, la bendición para todas las naciones, también para concederles, a tono con los profetas, el término de la esclavitud y de la imposición del poder extranjero y así dar comienzo a la salvación divina, el tiempo de la libertad-liberación, la paz y la justicia, en otras palabras, el cabal cumplimiento del reinado de Dios. Ese tiempo se estaba cumpliendo en Jesús. Esta breve frase de san Marcos equivale al pasaje de san Lucas cuando Jesucristo leyó en la sinagoga de Nazaret la profecía de Isaías que dice: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor… Esta Escritura, que acaban de oír, se ha cumplido hoy” (Lucas 4,18.21).

"Conviértanse y crean en el Evangelio”, termina diciendo Jesús. En la nueva traducción del leccionario romano, felizmente vemos que ya se cambió el "arrepiéntanse”, por el "conviértanse”, que se acerca más al sentido del original, que no solamente Jesús nos llama a arrepentirnos de nuestros pecados sino sobre todo a cambiar, que eso significa convertirse, cambiar de rumbo, cambiar el corazón del hombre y todo su entorno.

El reino de Dios es una gracia, un don gratuito que exige conversión, cambio de vida, transformación del corazón de los seres humanos y de las estructuras mentales, criterios, sistemas sociales, políticos y económicos que nos hemos inventado los hombres, y que impiden el reinado de la justicia, de la paz, del amor de Dios en todos nosotros. O cambiamos a profundidad o el reino de Dios no será posible. Para vivir la conversión, la cuaresma es un tiempo por demás propicio. Es necesaria la renuncia a nosotros mismos, a ese Ego que nos domina y quiere dominar a los demás, incluso a Dios mismo.

Estamos invitados a vivir este tiempo de cuaresma con seriedad y con intensidad, aun cuando todavía estamos en un relativo encierro y parálisis económica, social y litúrgica (lamentablemente no lo es de política-electoral). (El apagón se nos adelantó al comienzo de la cuaresma). Los católicos, permítanme decirlo sin que suene a un regaño sino a una toma de conciencia, nos hemos relajado mucho en nuestra religiosidad y en nuestra espiritualidad. La cuaresma se nos ha convertido en un tiempo de cambio, pero de comidas, y hemos dejado de lado nuestra oración, la escucha de la Palabra, el ejercicio de la caridad, la lucha por la justicia y los derechos humanos. Cuaresma es un tiempo del Espíritu. Todo esto es parte de nuestra vida cristiana a lo largo de todo el año, pero en este tiempo de cuaresma debemos intensificarlo.

Lleguemos a todos nuestros católicos con este llamado.

 


 

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