Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





LA CRUZ, EL CAMINO DE LA SALVACIÓN

Domingo de Ramos – ciclo C, 13 de abril de 2025

Lucas 19,28-40 y Lucas capítulos 22 y 23.

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Para la procesión:

Conmemoramos la entrada festiva de Jesucristo a la ciudad de Jerusalén, a donde llegó él para vivir su pascua, su entrega entera de la vida. Nuestro Señor Jesucristo vivió su vida como un pobre en la región de Galilea. En Galilea realizó su ministerio de milagros y predicaciones. Los galileos fueron los escuchas privilegiados de sus parábolas, y disfrutaron de sus encuentros con las multitudes. Con estas pobres gentes, Jesucristo empezó a construir y establecer el Reino de Dios, proyecto central y motivo de su encarnación, de su venida a este mundo. La región de Galilea fue testigo de sus encuentros conflictivos con los magistrados judíos, los dirigentes del pueblo, conflictos que lo fueron conduciendo a la condenación y la muerte. Llegado el momento oportuno, se encaminó decididamente a la ciudad de Jerusalén, la capital religiosa, por siglos, del pueblo judío, y a partir de ese momento, capital también del cristianismo, lugar de la Última Cena, del arresto y enjuiciamiento del Hijo de Dios, de su condena a morir crucificado. Unos momentos dolorosos desde el punto de vista humano, pero unos momentos gloriosos desde el punto de vista de Dios Padre: era la entrega de la vida para el establecimiento de su Reino: de amor, de paz, de justicia y verdad, el camino de la Salvación para toda la humanidad.

¿De qué lado nos situamos nosotros? No pensemos que como Iglesia estamos completamente del lado de Jesús, porque, con facilidad, nos desviamos de este camino.

 

La homilía. –

Ante el sanedrín, Jesús fue acusado de creerse el Cristo, el Mesías (Lucas 22,67). Nosotros sí le creemos porque está suficientemente acreditado por sus obras y sus enseñanzas, por la coherencia de su vida, por su entrega, su vida espiritual. Él es el Hijo de Dios.

Ante las autoridades romanas, los sumos sacerdotes acusaron a Jesús de esto: "Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey… solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí” (Lucas 23,5).

La verdad de las cosas es que Jesús fue condenado a morir, según los usos y costumbres de aquel tiempo, porque no quisieron aceptar el reino de Dios que Jesús proclamaba y realizaba entre los pobres: el reino de la vida, de la inclusión, de la compasión, de la equidad y la justicia el reino donde los más necesitados y los últimos ocupan el primer lugar. Todo esto es parte del proyecto de salvación de esta humanidad. Y en eso estamos. Sí estamos de acuerdo con los judíos en que la persona de Jesús y el proyecto que él encarna, es, en verdad, un subvertir el orden establecido por los seres humanos. Jesucristo no sólo lo vivió él, sino que contagió al pueblo con este proyecto de Dios… y nos contagia a nosotros que deseamos de todo corazón que este nuevo orden de gracia y de salvación se cumpla definitivamente en toda nuestra humanidad.

No pensemos ni vivamos como si esta economía que pone el dinero y las cosas materiales es la salvación de la humanidad; no pensemos ni vivamos como si nuestras ideologías fueran la salvación de la humanidad; no pensemos que la salvación somos nosotros mismos. Jesucristo, con su entrega de la vida, es el verdadero camino de la salvación de la humanidad. Entremos decididamente en este camino. Seamos una convocación permanente para que todo nuestro mundo entre por este camino.


 

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