Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
EN EL PROCESO ELECTORAL, ¿QUIÉN TIENE LA RAZÓN?
8 septiembre 2006.
Carlos Pérez Barrera, pbro.
 
¿Fue limpio el proceso electoral que acaba de terminar con el fallo del Tribunal Electoral este pasado 5 de septiembre? ¿Tienen la razón los perredistas en su movimiento de resistencia civil? ¿De veras hubo fraude? A todas estas preguntas muchos de nosotros tenemos respuestas fáciles e inmediatas. Estas preguntas podían, y de hecho, en una democracia, debían ser respondidas a cabalidad, para satisfacción de todos.
 
Yo considero que fue un retroceso en nuestro camino hacia la democracia el que el Tribunal no hubiera hecho una investigación a fondo y minuciosa de todas aquellas cosas que él mismo presentó como irregularidades pero insuficientes para la nulidad de la elección. No basta la reflexión sobre las leyes, hace falta echarle un vistazo a la realidad, revisar los paquetes de cada casilla, ver si concuerdan los votos con los votantes, examinar los errores, si fueron aritméticos, corregirlos, si se ve intención fraudulenta, anularlos, incluso convocar a elecciones más vigiladas en aquellas casillas donde hubo irregularidades mayores; el estrecho margen entre ambos candidatos lo amerita. Si la actuación del presidente, del IFE, de algunos empresarios no fue la adecuada, debieron haberle encargado a un equipo de especialistas un análisis de calidad. Con todo eso el fallo nos hubiera dejado más satisfechos a todos, para eso está el tribunal, para despejar dudas. Yo no quiero encerrarme en la respuesta fácil de decir, sin ningún análisis, que hubo fraude, como tampoco a estas alturas se puede decir que las elecciones fueron absolutamente limpias, porque el mismo Tribunal así nos lo hizo saber.
 
¿Qué sigue ahora? Hay quienes proponen que se deje atrás el proceso electoral y que el país siga su marcha como si nada hubiera pasado. Un comunicado de la presidencia de la CEM (episcopado mexicano) dice: "Con este fallo judicial, el proceso electoral ha concluido, y confiamos que termine toda confrontación. Es hora de tender los puentes del diálogo, del entendimiento y de los acuerdos imprescindibles para hacer posible la gobernabilidad que nos permita construir un México más justo en el que se abatan las desigualdades sociales, generadoras del lamentable fenómeno de nuestra pobreza”. Mi experiencia de párroco me dice otra cosa. Quiero poner de ejemplo los conflictos matrimoniales. Muchas veces hay la tentación de buscar la reconciliación por el camino más corto, como si eso fuera lo mejor. Por eso se dan "reconciliaciones” fugaces, porque desde el principio son artificiales, superficiales, baratas. He conocido casos en que hasta un sacerdote les ha dicho: "dense un abrazo, dense un beso, dejen atrás todo el pasado”.
 
Y posteriormente acude una parte de la pareja buscando otro sacerdote para quejarse: "yo le di toda mi confianza, lo perdoné,.. pero no era cierto, me estaba engañando delante del sacerdote”. En el primer caso la reconciliación no fue tal, sino un fallo parcial y favorable a quien tenía intenciones de seguir en las mismas. Es de elemental sentido común y evangélico. ¿Cómo puede haber reconciliación si una de las partes no está dispuesta a renunciar a la otra mujer o a un determinado vicio? Jesucristo predicó la paz y la reconciliación, el perdón hasta 70 veces siete, pero antes nos invita a la corrección, a la conversión verdadera (ver Mateo 18,15-22). Si el hermano que ha pecado no se convierte, no hay perdón ni reconciliación. Otro ejemplo: ¿Puede considerarse un verdadero diálogo al que invitan a entablar los secuestradores con la familia del secuestrado o entre el asaltante y su asaltado? Desde luego que no.
 
Hay tratos pero no diálogo. Si el declarado presidente electo llama al diálogo, habría que decirle que precisamente el punto a dialogar es la legitimidad de su elección. Pero ¿cómo se puede solventar eso a estas alturas? ¿Nos podrían facilitar los paquetes electorales a ciudadanos confiables para su revisión? Si esto no se puede dar, entonces no hay condiciones para un verdadero diálogo, porque todo trato debe estar fincado en la verdad y en la justicia. Todas las personas y los pueblos están por encima de las leyes y las instituciones.
 
Un ejemplo: los migrantes en Estados Unidos. De hecho ellos están fuera de la ley. Es posible que se apruebe la nueva ley que los considera delincuentes, a ellos y a quienes les brinden asistencia. Nosotros, en nuestra mentalidad cristiana tendremos que decir que el trabajo, la caridad, el sustento de la familia, la movilidad humana, etc., son derechos fundamentales de las personas y además universales. La Justicia y el Derecho son superiores a las leyes que se aprueben en cualquier país del mundo. Yo no puedo decir que efectivamente hubo fraude o que las elecciones fueron limpias. Sin embargo, considero legítima la resistencia civil y pacífica de quienes están convencidos de que se les está haciendo una injusticia.

 

 

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