Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 

RELACIÓN CON LOS MARONITAS
 
Un hecho que revela con mayor claridad la ignorancia de JFA sobre cuestiones eclesiales e históricas, su trato cerril a las personas, no importa que tan ilustres sean, y al mismo tiempo su apego enfermizo al concepto de autoridad que ve como una amenaza cualquier otra autoridad que le pueda hacer sombra, con excepción de la del Papa, es el caso de la Iglesia Maronita. La actuación de JFA en este caso es verdaderamente vergonzosa. En 1997 el joven chihuahuense Alberto Meouchi, de ascendencia libanesa maronita, terminó sus estudios de seminario y estaba listo para ordenarse. Se cayó entonces en la cuenta de una disposición canónica que ordena que una persona que ha sido bautizada en un rito oriental, pertenece a tal rito, por tanto Alberto no podía ser ordenado según el rito latino para la arquidiócesis de Chihuahua, sino en el rito maronita.
 
En tal caso quedaría incardinado a la eparquía o diócesis maronita, que tiene su sede en la Ciudad de México y que tiene jurisdicción sobre todos los maronitas que hay en la República Mexicana. Lo que no previó tal vez JFA fue que la eparquía decidió dejar al padre Meouchi, una vez ordenado, en Chihuahua, para la atención de las familias maronitas del estado y de otros estados del norte. Y lo que menos previó JFA fue que el padre Meouchi, con el apoyo de su obispo, desempeñara con tanto entusiasmo su ministerio, que el rito maronita, aletargado durante más de cien años por falta de ministros propios, comenzara a despertar y a hacer sentir su presencia en Chihuahua.
 
Esto ya no le gustó a JFA que, como decíamos antes comenzó a ver en tal despertar una especie de competencia a su papel de obispo diocesano, cuando esa coexistencia y convivencia de ritos es común en la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente y está prevista y reglamentada por el derecho canónico. Pronto se vio que los maronitas no eran del agrado de JFA, pues de todas las formas posibles les fue haciendo ver que no los quería y que veía como una amenaza el "proselitismo” que hacían, como si su actividad le fuera a restar fieles a la arquidiócesis. Un episodio que marca esta mala relación se dio el 14 de agosto del 2000, cuando el obispo maronita, Mons. Wadih Boutros Tayah presentó su libro "Los Maronitas. Raíces e identidad”, en el Teatro de Cámara, evento organizado conjuntamente por el Instituto Chihuahuense de la Cultura (ICHICULT) y la Universidad La Salle. Uno de los invitados fue, obviamente, JFA, que ocupó el presidium junto con el prelado maronita, el rector de La Salle, el director del ICHICULT, y los dos comentaristas del libro, monseñor Ramón Macías y el antropólogo Marco Antonio Martínez.
 
Todos fueron tomando la palabra con bastante propiedad, hasta que le tocó el turno a JFA. Su lamentable intervención produjo en el auditorio ese sentimiento que se conoce como "vergüenza ajena”. Comenzó JFA diciendo, en el lenguaje confuso y sin hilación que le es propio, que había ido ahí sin saber de qué se trataba el evento o la importancia que tenía. Continuó con una larga digresión sobre la persona de monseñor Macías y el cargo que tiene encomendado en la arquidiócesis de atender a los tarahumares que viven en la ciudad. En un discurso confuso, mal hilvanado, como acostumbra, habló sobre la riqueza que suponen otros ritos en la Iglesia, pero, en un momento totalmente inadecuado para tal advertencia, que se sintió como un chorro de agua fría, aprovechó también la ocasión para poner en guardia contra un posible proselitismo de los maronitas entre los católicos de rito latino. Al Dr. Rico Bovio lo llamó director ¡del ICHISAL! (dependencia encargada de la salud, en lugar de la que se encarga de la cultura).
 
Mientras decía todo esto, lo aderezaba con su característico rostro adusto, que contrastaba fuertemente con el rostro sonriente y bondadoso del obispo maronita, en cambio del libro, objeto de la reunión, y del autor, no dijo una sola palabra. Pero mejor conozca el lector por sí mismo esta inolvidable pieza de su magisterio episcopal (las frases entre paréntesis son comentarios nuestros):
 
"Buenas noches, monseñor, buenas noches a todos. Y me da mucho gusto estar aquí con ustedes. Yo no hubiera aceptado esta presidencia si hubiera sabido lo que es ahora. Cuando me invitaron pensé que era una presentación más sencilla en ese aspecto (en realidad, la invitación no dejaba lugar a dudas sobre la importancia y solemnidad del acto), pero veo que aquí, con el instituto el ICHISAL (no era el ICHISAL, Instituto de la Salud, sino del ICHICULT, Instituto de la Cultura), con la universidad ahora, pues nos sentimos un poco así como chiquitos, porque, pues, qué bueno que toda esta parte de la sociedad ha venido a escuchar y a tener de respaldo esas dos instituciones y todavía también, creo que hay alguna otra institución, según tengo entendido, alguna editorial. Pues gracias por esta invitación y quisiera contestar algunas interrogantes que desde que descubrimos, porque realmente fue descubrir, a los maronitas entre nosotros, se han venido planteando. La primera impresión es que somos nosotros como hermanos (¿somos hermanos o como hermanos?), tenemos distintos ideales (¿cómo cristianos miembros de la misma Iglesia tenemos distintos ideales?), distintas formas de expresarnos en Oriente y en Occidente y aun aquí mismo entre nosotros. Escucharon que habló el padre Ramón Macías. El padre Ramón Macías está recién llegado de un trabajo en Roma de cerca de 20 años en la Congregación para la Doctrina de la Fe (en realidad, como enseguida lo corrige, se trata de la Congregación de la Propagación de la Fe), en la que tenía el encargo de ver... (estos puntos suspensivos no son omisiones nuestras sino suyas, pues así deja con frecuencia en suspenso las frases).
 
Era, pues, súbdito del "papa morado”. Ustedes saben que hay en Roma tres papas: el blanco, el negro (se refiere al general de los jesuitas) y el morado (el cardenal prefecto de la mencionada Congregación). Y el morado tiene más súbditos que el papa blanco, pues abarca todos los que son infieles. (Si él mismo se permitió la libertad literaria de llamar "papas” a dos personajes distintos del verdadero papa, por su importancia en la Iglesia, entonces ¿por qué armó tanto escándalo cuando un periodista hizo lo mismo llamando "papa de Oriente” al patriarca de los maronitas?). Entonces él (Mons. Macías) trabajaba con el papa morado en la Congregación de la Propagación de la Fe. Y también al llegar aquí, nosotros teníamos aquí, además de muchas otras gentes, contamos con un buen número de hermanos indígenas y ha sido nombrado vicario episcopal para la atención pastoral de los indígenas, que requieren un lenguaje especial, una acción especial y un respeto muy grande para la forma como ellos se quieren dirigir a Dios, algo parecido a los ritos que tenemos en la Iglesia. 
 
Y además, tenemos el párroco de los maronitas... (este lapsus ¿no revelará una secreta manera de pensar que para qué necesitan los maronitas de Chihuahua estar bajo la autoridad de otro obispo, si basta con que el arzobispo de Chihuahua les ponga a ellos un párroco especial, como lo ha hecho con los tarahumaras?) de los padres... de los hermanos tarahumaras, que es el padre que ustedes conocen, que es el padre Carlos Díaz Infantes (sic), porque ellos, los tarahumaras, necesitan una atención especial para todas sus expresiones de fe y todo lo demás. No era, pues, para nosotros nada extraño que también otro rito, otros ritos, estén entre nosotros y nos sentimos enriquecidos con todo lo que nos aportan, así como nos puede aportar tanto la forma de ser de nuestros hermanos indígenas o de otros hermanos.
 
Esto, pues, es lo primero, y qué bueno que tengamos ahora aquí esta expresión. Desde luego que no es lo mismo pertenecer a un rito que tener un apellido o ser de una nación. Qué bueno que nos vayamos descubriendo a qué rito pertenecemos. Hablaban aquí de los Talamás (hizo mención de ellos el antropólogo en su conferencia sobre la inmigración de los libaneses en Chihuahua). Yo tengo a mi colega, el señor obispo Talamás. Yo le decía... dice: no, nosotros somos de rito latino desde siempre. Entonces no sé si todos los de apellido Talamás pertenezcan al rito latino. No el hecho de tener un apellido es de otro rito. Esto es muy delicado y hay que irlo descubriendo. Quizá también entre nosotros tengamos algunos de rito greco melkita, por ejemplo. Y en México tenemos también una... creo que es vicaría, un vicariato apostólico de los greco melkitas. Como saben, son de los seis que están allá en Beirut, de los seis, dijéramos, ritos que hay para la Iglesia. Y qué bueno que nosotros vayamos descubriéndonos, porque para poder dar el enriquecimiento tenemos que saber quiénes somos. Aquí fue algo accidental. Yo quería ordenar a un muchacho que había estado en el seminario. Vi que tenía un apellido..., bueno, ¿no será que pertenezca también a este rito? Investigamos... ¿no será éste de otro rito? Y en contra de lo que opinaban algunos buenos canonistas, dijeron: ‘no, él pertenece al rito maronita’ (Si a estas alturas el lector no entiende nada, como tampoco el público en ese momento no entendía nada, no se preocupe, así habla monseñor). Yo hubiera quedado suspenso si lo hubiera ordenado sin permiso. Yo no tengo permiso de ordenar a un maronita, sin permiso del papa. Me hubiera quitado la facultad de ordenar. ¡Es delicado! Para que vean cómo es el respeto del papa por los demás ritos distintos. Y pasó una cosa curiosa.
 
Pido permiso a Roma y, pues, también allá me contestaron dándome permiso de ordenar al papá y, pues, no podía ordenar al papá, si no era él, y entonces, en ese tanto, se encontró con monseñor, que estaba aquí, y lo ordenó. Y ¿por qué? Por esta delicadeza de la Iglesia para respetar lo que cada uno es. No depende de nosotros. El rito es por nacimiento. Muchas veces, o vamos a decir más concretamente, por el bautismo. El bautismo de nuestros... sino un padre nuestro que maronita (frase ininteligible) y aunque nos bautice en rito latino por siglos y siglos, si al momento del bautismo no cambiamos de rito, seguimos siendo del mismo rito. Y para cambiar, no podemos nosotros. Yo quisiera cambiar de rito. Necesitaría el permiso del santo padre de Roma. No es que yo me cambio, que yo me quiero... al menos según el código nuestro... No sé si el rito oriental tenga alguna otra persona que pueda dar esta dispensa. Para nosotros habría que recurrir al papa. Si yo quisiera cambiarme al rito melkita, por ejemplo, o alguno de ustedes que fuera del rito latino o maronita pasarse al rito latino. Es por el respeto que también tiene la Iglesia a los diversos ritos. (¿a dónde va todo este largo discurso del cambio de rito? ¿no suena más bien como una advertencia a los maronitas?). Por eso, qué importante es que... Yo he preguntado a los diversos párrocos, pues para que vayamos descubriendo los demás esta riqueza de los diversos ritos, sobre todo orientales, que pudieran existir. No es mejor un rito que otro.
 
 ¡Esto sería terrible decirlo! (así pronunció, con énfasis, la palabra "terrible”). Es costumbre, no es mejor uno. No podemos hacer proselitismo (¡ya salió el peine!). Esto sería terrible: hacer proselitismo de cambio. (A estas alturas, con todo lo que había escuchado, el rostro habitualmente sonriente del eparca maronita ya había cambiado: ahora tenía una sonrisa congelada, se notaba perplejo, incómodo). Está prohibido en la Iglesia y sería decir que mi rito es mejor que el tuyo, y nos convertiríamos en secta. Es una tradición que tenemos por nuestros padres, no es uno mejor que otro. Yo cuando llegué aquí a Chihuahua... ¿qué es mejor? ¿confirmarse grandes que chicos? ¡Cuidado! Es costumbre de la Iglesia latina, porque algunas Iglesias orientales, creo casi todas, al niño lo bautizan, le dan la gotita de la Sangre de Cristo y lo confirman. Y no podemos decir que eso es más malo que lo nuestro, o sea, es más mala la cosa que nosotros hagamos mejor... (¡?), es costumbre de la Iglesia latina que recibamos la Confirmación a determinada edad. ¡Cuidado con decir que es mejor! No podemos decir que es mejor esto que lo otro porque podríamos ofender a otras apersonas que obraran así. Para que vean la delicadeza... cómo debemos tratar nosotros nuestras costumbres, nuestra manera de expresar. No es mejor una Misa que otra, una consagración que otra. No está mejor consagrada una hostia a la cual se le dijo en español, en inglés o en alemán o en árabe la expresión que a la otra. Es la misma Eucaristía. A veces nosotros no podemos comprender por la cultura muchas cosas, pero no podemos decir que es mejor ni un rito que otro, ni peor que el otro. Esto es muy importante que lo tengamos en cuenta, porque somos esta Iglesia de Dios. Cada uno seguimos nuestra propia cultura y, por tanto, es aquí donde... no sé... podríamos tener proselitismo:
 
‘Oye, pues, que tú, a ver, vente para acá, que lo de más allá’. Tenemos que ser muy delicados con estas cosas. Luego, por fin, qué bueno que nos vayamos descubriendo, que si alguno tiene otra forma, que nos vayamos pasando la riqueza de su tradición. Quizá algunos, como lo prevé el libro (esta es la única alusión directa que hizo al motivo del evento), pues vayan perdiendo esa tradición y la vayan volviendo a encontrar, la que tenían sus abuelos. Qué bello sería que se vayan enriqueciendo y tengamos esta riqueza de expresiones, de diversas formas de manifestarnos y diversas costumbres. Por fin, ustedes saben que también existe hasta un código distinto. El Código de Derecho Canónico para la Iglesia latina y para las Iglesias orientales. Es más joven el de las Iglesias orientales.
 
Tiene ya cosas mejor puestas que las que estaban en el latino, puesto que se hizo después. Incluso hay cosas muy importantes aun para la misma validez, por ejemplo, del matrimonio. Los de un rito tiene a veces otros impedimentos que lo nuestro. Por ejemplo, si nosotros casamos a un maronita siguiendo a veces los impedimentos del rito latino, quizá haríamos un matrimonio nulo. Por eso es también muy delicado que la Iglesia respeta... Me acuerdo yo... no sé si todavía existe, no he tenido yo oportunidad de ver esto en el código... alguna vez, siendo yo... trabajando en el Tribunal Eclesiástico de alguna diócesis, tuvimos que disolver un matrimonio por la forma. Entre nosotros basta que delegue el párroco a otro sacerdote para que case. Entre ellos, al menos en aquel tiempo, si no delega el obispo u otra persona más importante, no vale la delegación, por tanto fue matrimonio nulo.
 
Entonces, todo esto tiene sus consecuencias aun en la vida práctica, como en esta y otras más. Yo agradezco, pues, al señor obispo que esté entre nosotros, que quiera estar con los que pertenecen... que nosotros también podamos enriquecernos al escuchar todas estas cosas, que alabamos este esfuerzo y que qué bueno que podamos descubrir entre nosotros los que son de rito maronita, que a los que... estos... quizá... de otro rito, melkita o de otras expresiones, para respetar su forma de ser, para respetar sus expresiones y para tomar de lo de ellos y a ver qué podemos enriquecernos también nosotros. Pues, muchas gracias y Dios quiera que todo esto nos vaya a hacer sentir cómo la Iglesia es una, santa, católica y apostólica, y con esta grande riqueza de ritos, de expresiones, de formas.
 
Ustedes saben que la celebración de la Misa, pues, a veces sólo conocemos una. No sé si sean más de cien o doscientas formar de celebrar la Misa (¡?). Pues esta gran riqueza de expresión, de liturgias y de maneras, y que esto en lugar de dividirnos nos enriquezca y nos haga sentir así la única Iglesia de Dios. Muchas gracias, señor Obispo. Muchas gracias al Instituto del ICHISAL (¡otra vez!) que no ha abierto las puertas, y a todos los demás que nos han acompañado (esta última palabra no se entendió bien)”.
 
¡Tan sencillo hubiera sido que JFA, si no llevaba nada preparado y por escrito, se hubiera limitado a dar un breve y cálido saludo de bienvenida y de felicitación al obispo y autor del libro que se estaba presentando, en lugar de endilgarle a un público sorprendido esta larga y lamentable jerigonza! Sin embargo, él, en mala hora, quería aprovechar la ocasión para mostrar su preocupación por la presencia de una jerarquía maronita en Chihuahua y acusarlos, o al menos prevenirlos, contra una labor desleal de proselitismo. Pero este hecho penoso no es nada en comparación con la actitud que tomó JFA con ocasión de la visita que hizo a Chihuahua el 22 de noviembre del 2001 Su Beatitud Nasrallah Pedro Sfeir, Patriarca de Antioquía y de todo el Oriente, máximo superior jerárquico de los maronitas dentro de su rito, pero en obediencia al papa y, además, cardenal de la Iglesia Romana. Con suficiente anticipación, se le informó a JFA de este acontecimiento y oportunamente se le hizo suficiente difusión a través de los medios.
 
No es este el lugar para ponderar la importancia del personaje a nivel mundial, ni es necesario señalar que su visita era un acontecimiento eclesial de primer orden, y para Chihuahua en general, de una visita histórica. Así lo comprendieron las máximas autoridades civiles del estado, el gobernador y el presidente municipal, quienes dieron todo su apoyo a la visita y estuvieron presentes en el acto en que el patriarca bendijo la primera piedra del santuario de San Chárbel y del Centro Cultural Maronita en la ciudad. ¿Y JFA? Ni siquiera se presentó. Coincidiendo con la visita del patriarca, JFA salió de la ciudad y del país. Después informó que para cumplir una encomienda de sus superiores. Es cierto, pero se pregunta uno si no podía haber aplazado unas horas su salida para recibir oficialmente al ilustre visitante y acompañarlo en el breve tiempo que duró la bendición.
 
Pero supongamos que le fue imposible estar presente en ese momento. ¿No podía haber mandado un representante? ¿No podía haber informado previamente a la diócesis sobre la visita del patriarca y su significado eclesial? ¿No podía haber ilustrado a los chihuahuenses con una breve explicación sobre la existencia de otros ritos en la Iglesia, con el mismo valor que el rito romano? ¿No podía haber exhortado a los católicos a que ese día recibieran al patriarca como se recibe un huésped distinguido? ¿No podía haber pedido especialmente a los sacerdotes que ese día acudieran todos los que pudieran a saludar al patriarca y a participar en el evento? Pero no hubo nada de eso. NADA. Afortunadamente el pueblo católico de Chihuahua, con invitación de JFA o sin ella, acudió en buen número a darle al patriarca una muestra de la hospitalidad y calidez del chihuahuense.
 
También estuvo presente el arzobispo emérito, al que se le dio su lugar en el grupo que presidía la ceremonia, y asistieron también algunos sacerdotes. En todos los asistentes había un desconcierto y un sentimiento de vergüenza por el gran ausente. Todavía hay que añadir algo. Si JFA no se preocupó en publicar ninguna bienvenida en la prensa ni en Notidiócesis, sí saltó como impulsado por un resorte para aclarar un desafortunado calificativo de "papa de Oriente” que le adjudicó un reportero al patriarca. El énfasis desproporcionado que se le da a la corrección de este error parece afectar de alguna manera la misma figura del patriarca, como "poniéndolo en su lugar”, a pesar de que de parte de los representantes maronitas siempre se tuvo el cuidado de subrayar la posición jerárquica de patriarca y su plena comunión con el papa. A este respecto, un sacerdote comentó:
 
"La aclaración (en Notidiócesis) podría ser necesaria ante el argot periodístico que llama "párroco” a cualquier sacerdote y utiliza la palabra "papa” para referirlo a la cabeza de un grupo amplio. Pero el momento me parece por demás infeliz. Uno lee la aclaración en primera plana del semanario y aumenta la impresión de que la Iglesia maronita y las demás Iglesias orientales no son bienvenidas o recibidas con gusto por la Iglesia de Chihuahua”.
 
Pero JFA no quedó contento con esa aclaración, ya en sí excesiva. El 18 de diciembre, casi un mes después de pasada la visita del patriarca, envía a todos los sacerdotes una "Instrucción y aclaraciones con motivo de la visita de S. B. Cardenal Nasrallah Pedro Sfeir, a la Ciudad de Chihuahua”, con orden expresa de que se lea y se explique al pueblo en las misas del siguiente domingo. En este documento de tres cuartillas, no expresa ninguna simpatía ni cálida acogida al patriarca, superior jerárquico de muchos chihuahuenses que están en comunión de fe con el papa y con los miembros de la arquidiócesis de Chihuahua, aunque no estén bajo la autoridad de JFA. Tampoco se trata propiamente de una catequesis sobre las iglesias y ritos orientales para que se les conozca y aprecie más. Parece más bien un alegato servil en defensa del papa, cuya autoridad supone que ha sido negada por el famoso título de "papa de oriente” dado al patriarca en un periódico local. Pone especial énfasis en rebatir cualquier apreciación que pudiera dar al patriarca maronita más importancia y autoridad de las que tiene, aun en el Oriente.
 
Censura también, en forma indirecta, pero muy clara, el "proselitismo” de la Iglesia maronita en Chihuahua, acusándola de inducir a los súbditos de JFA a pasarse al rito maronita. No olvida JFA de acompañar su alegato con una muy nutrida cita de cánones, tanto del derecho canónico occidental como del oriental. Claridad no le faltó, pero lo que se ve todavía más claro en su explicación es que la visita del patriarca no le gustó nada como tampoco la existencia de una comunidad maronita confraternizando en unidad de fe con la comunidad latina puesta bajo su cuidado pastoral. Con riesgo de repetir algunas de las cosas ya dichas, queremos reproducir aquí la siguiente reflexión del padre Carlos Pérez sobre este penoso asunto, pues aparte de sintetizar muy bien los hechos, aporta otros datos muy graves:
 
"HOSTIGAMIENTO HACIA LA COMUNIDAD MARONITA
 
 Aclaración. La siguiente es información que hemos ido recabando, preguntando, investigando, deduciendo. Queremos deslindar de toda responsabilidad a la comunidad maronita, ya bastante lastimada en la actual situación en nuestra arquidiócesis.
 
· El patriarca de Antioquía, cardenal Nasrallah Pedro Sfeir, avisó desde finales de julio del 2001 que tenía propósitos de visitar nuestro país. Se incluyó en su programa a la ciudad de Chihuahua, donde existe un importante grupo de católicos de rito maronita, inmigrantes libaneses desde finales del siglo XIX.
· Al patriarca de los maronitas se le aceptó con anticipación la visita, en carácter de jefe de estado, y se le recibió de esa manera en nuestro país por las autoridades civiles, en concreto por el presidente Vicente Fox. Fue recibido también en la Arquidiócesis de México por don Norberto Rivera, en la arquidiócesis de Puebla por don Rosendo Huesca y en la de Monterrey por don Adolfo Suárez. El viernes 16 de noviembre se le recibió en la asamblea ordinaria del episcopado mexicano el día de la clausura de dicha Asamblea, donde se le concedió la palabra para dirigirse a todos los obispos.
· En Chihuahua fue recibido por las autoridades civiles. No hubo representación oficial de parte de la arquidiócesis.
· Desde finales de agosto o principios de septiembre se le envió carta al arzobispo, de parte del eparca u obispo de los maronitas en México, Mons. Boutros Tayah, tanto por fax como por otros mensajes para informarle de la visita del patriarca. Hubo otros dos o tres comunicados personales de parte de los maronitas de Chihuahua con el arzobispo, a los que no dio ninguna respuesta. Ni siquiera les comunicó que iba a salir al extranjero en los días de la visita del patriarca, la cual se realizó el 22 de noviembre del 2001, ni tampoco les comunicó su disposición a enviar a algún representante para recibirlo. El 9 de noviembre, en la Asamblea Diocesana de Planeación, el padre Meouchi le pidió a Mons. Fernández que le permitiera entregarle a los sacerdotes presentes una invitación personal para la visita de su patriarca. El arzobispo no le permitió que las entregara para que no se fuera a pensar que era un asunto que apoyaba la arquidiócesis.
· La Comunidad maronita de Chihuahua tenía la propaganda ya lista pero no podía incluir en ella su programa por la falta de respuesta del arzobispo. Los carteles se repartieron sin más datos que la visita del patriarca de los maronitas y de la bendición de la primera piedra de su centro de reunión, así se hizo también en los anuncios de los periódicos.
· ¿Qué esperaban los maronitas de parte de la arquidiócesis de Chihuahua? Un mejor recibimiento, un trato de caridad y de respeto, un reconocimiento a la dignidad del visitante, patriarca de Antioquía y cardenal de la Iglesia católica. Esperaban por lo menos la representación oficial de la Iglesia de Chihuahua en este magno evento. Esperaban que se les facilitara la catedral para la celebración eucarística del patriarca con sus fieles, cosa que les fue negada por el arzobispo. Por ello tuvieron que hacer una celebración de carácter más privado en un hotel.
· La actitud del arzobispo de Chihuahua contrasta fuertemente con el cálido recibimientos que dio en Roma el Papa Juan Pablo II, el 10 de febrero del 2000, a un grupo de fieles maronitas, acompañados por su patriarca y otros obispos, en el marco del Gran Jubileo: "Habéis venido del Líbano, de otros países de Oriente Próximo y de la diáspora, para celebrar durante estos días el gran jubileo con Su Beatitud el cardenal Nasrallah Pierre Sfeir, patriarca de Antioquía, "padre y cabeza” (cf. Código de cánones de las Iglesias orientales, c. 55) de la Iglesia maronita. Vuestra peregrinación a Roma inaugura la de las Iglesias católicas orientales. En efecto, durante los próximos meses llegarán a Roma los patriarcas, los obispos y los fieles de las demás tradiciones orientales. Queriendo dar una nueva prueba de vuestra adhesión indefectible y plurisecular a la Sede apostólica romana, habéis venido a Roma para la fiesta de san Marón, piedra miliar de vuestra Iglesia, cuya memoria se celebra, según vuestro calendario litúrgico, el 9 de febrero. Ayer, en la basílica de Santa María la Mayor, habéis participado en una solemne celebración eucarística, presidida por vuestro amado patriarca. La celebración de ayer, así como la audiencia de hoy, refuerza el estrecho vínculo que existe entre la Sede de Roma y la de Antioquía, ciudad muy antigua donde "por primera vez los discípulos recibieron el nombre de cristianos" (Hch 11, 26) y donde vivió san Pedro”. Como podemos ver, el obispo de Roma no puso obstáculos para que la Iglesia maronita se pudiera reunir y celebrar la Eucaristía en uno de los templos de su diócesis que tiene categoría de basílica.
· Debido a que en los medios impresos se manejó la expresión "nos visita el Papa de Oriente”, notas periodísticas en las que no tenía responsabilidad la comunidad maronita, el director de Notidiócesis, semanario diocesano, "a petición del obispado”, publicó una aclaración al respecto para evitar que la gente se fuera a confundir. El artículo, "Papa sólo hay uno” (Notidiócesis del domingo 2 de diciembre del 2001), en el contexto de todo este hostigamiento y por el tono de su contenido, resultó más agresivo que aclaratorio. Es curioso que el 14 de agosto del 2000, en la presentación del libro que escribió el eparca maronita en México Mons. Wadih Boutros Tayah Akel, "Los maronitas, raíces e identidad”, el arzobispo de Chihuahua, en su intervención en el evento, utilizó esta frase "como ustedes saben, en Roma hay tres papas, el blanco, el negro y el morado”, repitiendo el calificativo que se suele dar a otros jerarcas, obviamente en sentido figurado, por la importancia que tienen para grandes sectores de la Iglesia En esa ocasión no se pensó que se podían confundir los fieles y por ello no se hizo ninguna aclaración. · Otras aclaraciones que se han hecho, como la publicada en el mismo semanario por parte del Sr. arzobispo (domingo 30 de diciembre del 2001), no han logrado crear un clima de cordialidad hacia esta comunidad, porque la verdad es que ahí se vierten ideas y no tanto actitudes de comunión, y eso lo percibe muy bien la gente. El hecho hiriente que no se puede borrar con aclaraciones es que la visita era una oportunidad única para los maronitas de Chihuahua de encontrarse con su patriarca en una celebración litúrgica solemnísima en la catedral, a la cual con mucho gusto nos habrían invitado a los católicos de rito latino para participar de su riqueza espiritual, pero esta oportunidad se perdió, todo por esta mentalidad cerrada y autoritaria con que siempre se asumen las cosas.
· Actualmente el sacerdote maronita que radica en nuestra ciudad tiene problemas para bautizar y presidir o testificar otros sacramentos por la sospecha que pesa sobre él de actividades proselitistas.
· La actitud del arzobispo parece indicar que para él los maronitas, que están en plena comunión con el papa y a través de él con toda la Iglesia católica, están en la misma situación que los anglicanos o los lefebvristas”.
 
 
 

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