Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
PARROQUIAS RICAS, PÁRROCOS SATISFECHOS.
PARROQUIAS POBRES, PÁRROCOS CON CARENCIAS.
 
A pesar de las enseñanzas del Evangelio respecto a la caridad fraterna, en nuestra diócesis se viven situaciones donde dicho concepto se ha olvidado o no se aplica. Me refiero concretamente a la situación económica de las parroquias rurales o de las periferias, que subsisten precariamente, mientras que las que se localizan en zonas urbanas donde hay feligreses de clase media o media alta, reciben ingresos por limosnas, que les permiten obtener suficientes ingresos para que los párrocos vivan desahogadamente. De acuerdo a los lineamientos de la diócesis los párrocos tienen derecho a un sueldo mensual de $3,600.00 (año 2007) dicha percepción la deben deducir de las limosnas que reciban en su parroquia, solo que en las pobres, hay poca feligresía. De bajos ingresos y además con escasa asistencia a las pocas misas que se celebran en su territorio parroquial; por tanto no se recaban recursos económicos ni para lo más indispensable, menos para que el párroco pueda vivir decorosamente. Existen parroquias que carecen de templo parroquial, que tienen un extenso territorio con dificultades de comunicación, con comunidades pequeñas y de pocos ingresos que el párroco debe de atender, lo cual le obliga a recurrir a otras actividades en busca de recursos económicos, tales como ir a otras ciudades dentro o fuera de la diócesis, o bien solicitar ayuda de amigos, a sus familiares o a otras parroquias de su zona.
 
Eso no debería de ser, pero así es y aunque del diezmo que recaba la parroquia, se le devuelve el 15% si esta tiene pocos ingresos, es mínimo lo que recibe, así mismo el 48% del diezmo se aplica entre otros rubros, a subsidiar a las parroquias pobres, lo cual en la práctica no ocurre. Si en nuestra Iglesia local, se viviera plenamente el Evangelio debería aplicarse el principio de subsidiaridad, para que las parroquias que mas reciben, lo compartan con las más necesitadas y además la diócesis debería entregarles a todos los párrocos, principalmente a los de más carencias, un sueldo mensual decoroso, para que puedan alimentarse, vestirse y vivir bien y que por lo menos no haya tanta diferencia entre el párroco con recursos, que se alimenta bien, vive en una buena casa y utiliza un automóvil decente y en buenas condiciones y el que medio se alimenta, vive en una casa humilde un vehículo viejo y con muchos achaques. Sería muy edificante y ejemplar para todos los católicos y los que no los son, que hubiera congruencia entre lo que se publica y la realidad, entre lo que se predica y lo que se hace. FERNANDO FONSECA VALDEZ
 

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