Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
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EDIFICAR NUESTRA VIDA CRISTIANA SOBRE LA PALABRA
Miércoles 1 de septiembre del 2010
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     "El que escucha esta Palabra mía y la pone en práctica, será como el hombre inteligente que construye su casa sobre roca" (Mateo 7,24). Este versículo evangélico es el lema que hemos escogido en nuestra parroquia de María Madre de Dios, en las Quintas Carolinas de esta ciudad, para este Mes de la Biblia, septiembre, para motivarnos a todos a estudiar la Palabra de Jesucristo, y sobre todo para ir edificando toda nuestra vida cristiana y nuestra vida de Iglesia sobre esa Palabra, como un albañil que edifica una casa sobre un cimiento sólido.
     Hay católicos que apoyan y alimentan su fe solamente sobre devociones o prácticas religiosas. ¡Qué frágil es una fe así! Es fácil que surja una duda, ya sea sembrada por la ciencia, por algún hermano separado o por algún no creyente, y esa fe se debilita. Y si llegan las contrariedades de la vida, los problemas, esa fe se derrumba, como las casas que están construidas en los lechos de los arroyos, porque se pensaba que Dios tenía que responder positiva e inmediatamente a nuestros actos de piedad.
     En cambio, hay cristianos católicos que van edificando su vida de fe sobre el conocimiento de la Palabra de Dios. Esa fe se va volviendo sólida, como las construcciones que se hacen sobre terreno firme. Una fe así está hecha para avanzar con paso firme por encima de problemas, contrariedades, y hasta ante persecuciones y la misma muerte, como le ha sucedido a tantos mártires seguidores de Jesucristo.
     Fe no es lo mismo que religión. La religión se distingue por prácticas piadosas, como recitar oraciones, aún cuando no se ponga el corazón en ellas; o hacer tales y cuales cosas, como persignarse; o tener la devoción en alguna imagen o medalla; o realizar ciertos ritos, como tenemos tantos en la Iglesia. No es que esto sea malo, lo que pasa es que esas prácticas no son el cimiento de la vida cristiana.
     ¿En qué consiste la verdadera fe? La fe es obediencia, hay que repetirlo hasta el cansancio. La fe consiste en confiar y confiarse todo uno en una Persona. Se puede confiar relativamente en un ser humano, pero sólo en Dios puede uno confiar absolutamente.
     Una fe así consiste en escuchar la Palabra de Dios, en un ambiente de oración profunda para poder acoger en la obediencia las inspiraciones del Espíritu Santo: que sea Dios el que nos hable, el que nos mande, el que nos dirija, el que nos conduzca por los caminos que él desea, el que se sirva de nosotros para su obra salvadora.
     No podemos concebir o entender a un católico que no esté atento a la Palabra de Dios, particularmente a la Palabra de Jesucristo, en quien se encarna perfectamente la voluntad de Dios Padre. No podemos entender a una Iglesia que no se deje conducir por la Palabra de Dios. Si no lo hace no seremos más que una institución meramente humana, dirigida por hombres, no por Dios. En consecuencia con esta convicción, tenemos que trabajar por convencer a todo católico y católica a que se haga estudioso de la Biblia, discípulo fiel de la Palabra de Dios. Que cada uno, hasta los sacerdotes y los obispos, dediquen tiempo diario a conocer a fondo e integralmente la Sagrada Escritura.
     No es lo mismo leer la Biblia, incluso leerla mucho, que edificar nuestra vida sobre la Palabra. Hay católicos que saben mucho de Biblia, algunos sacerdotes, por ejemplo, pero lo que Jesús nos está pidiendo es que nuestra vida vaya siendo conforme con esa Palabra. La lectura de la Biblia se puede convertir en una práctica religiosa más, en una devoción. Y no se trata de eso. Nuestro Señor le decía a un buen escriba que sabía mucho de la Biblia: "haz eso y vivirás" (Lucas 10,28). Es que no se trata de saber mucho, sino de vivir de acuerdo a esa Palabra.
     En resumen, edifiquemos toda nuestra vida cristiana y toda nuestra vida de Iglesia, sobre la escucha y la puesta en práctica de las enseñanzas de Jesucristo, porque no se trata de que nosotros hagamos las cosas como bien nos viene en gana, por muy buenas cosas que se nos vengan a la mente y al corazón, sino que hagamos aquello que Jesús nos encomienda y a la manera como Jesús lo quiere.
     Unámonos a todas las actividades e iniciativas que nos proponga la Iglesia en este Mes de la Biblia.
 

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