Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
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QUE SE CALLE, QUE SE VAYA...
Jueves 2 de diciembre del 2010
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
"Cansados de su autoritarismo, de su cerrazón al diálogo y del miedo que infunde, de su soberbia y de sus polémicas declaraciones que provocan división aun entre los miembros de la Iglesia, varios religiosos de su arquidiócesis dirigieron una carta – de la que Proceso tiene copia – al arzobispo de Guadalajara Juan Sandoval Íñiguez en la que le piden que se aleje ya del mundanal ruido… que abandone todo poder humano… le ruegan que le pida al jefe de la Iglesia católica, Benedicto XVI, que acepte ya su renuncia”.
 
     Con este título y con este párrafo comienza un artículo de la revista Proceso que apareció este domingo pasado. De esta carta, de la que habla el artículo, quisiéramos muchos en la Iglesia tener copia. No es este un problema de la diócesis de Guadalajara, es un problema de toda la Iglesia, como tampoco el nuestro era un problema de Chihuahua o particularmente de don José Fernández. No se trata de una persona que esté fallando gravemente en la conducción de la Iglesia, se trata de toda una "política de estado”, dirían en el ambiente social. Es la curia romana la que está fallando al nombrar a los obispos (no digo que a todos), en la manera de escogerlos, y sobre todo, al sostenerlos en el cargo, sin ninguna evaluación, sin ningún contacto con los laicos y sacerdotes de esa diócesis, sin ningún diálogo, sin ninguna oportunidad a cuestionamientos. ¿A dónde va a dar la amada Iglesia de Jesucristo con esta manera de proceder?
     A don Juan lo conocemos un poco de cerca, cuando fue primero obispo coadjutor en Cd. Juárez y enseguida obispo diocesano. Tenemos contacto continuo con algunos sacerdotes de allá, y lo que ellos cuentan de esos tiempos es de primera mano: confirma la queja de estos religiosos de Guadalajara. La carta en cuestión, según el mismo artículo, es anónima. Nosotros sí tuvimos el valor de poner nuestros nombres en los documentos que publicamos, y que incluso hicimos llegar a la nunciatura apostólica.
     Por estos casos que se multiplican por varios o por muchos en la Iglesia Universal, es por lo que nuestra lucha sigue, por darle otro rostro a nuestra Iglesia. No tenemos madera ni la estatura para esta grande misión, pero el problema es que nadie más lo hace, y nuestra Iglesia lo necesita urgentemente.
 

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