Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
LOS TALENTOS AL SERVICIO DEL REINO
Domingo 33º ordinario, 13 de noviembre del 2011
Comentario a Mateo 25,14-30.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.

     Estamos finalizando la lectura continuada del evangelio según san Mateo con estos tres pasajes del capítulo 25. El domingo pasado proclamamos la parábola de las diez muchachas y ahora la parábola de los talentos: el dueño de una finca que le encargó sus bienes a sus siervos. A uno le dejó cinco talentos, a otro dos y a otro uno. El Leccionario o Misal de las lecturas utiliza la palabra "millón”, para hacer la parábola de más fácil lectura, pero conviene que conservemos la original palabra "talento”, que ya se ha hecho parte de nuestro vocabulario común.
     Primeramente reconozcamos la maestría de nuestro Maestro (disculpen la repetición) para enseñar a la gente sencilla. Sus discursos no son tan elevados que requieran ser pronunciados en una universidad. No. Cualquiera de nosotros entiende lo que el Señor nos está comunicando, aunque sí podemos ayudarnos unos a otros a entrar más en profundidad en su mensaje.
     Jesucristo, como lo hace a lo largo del evangelio, nos está hablando del Reino de los cielos. Esto no debemos perderlo de vista, aunque nuestras aplicaciones a la vida sean muy variadas, referidas a situaciones de círculos pequeños de gentes o a toda la sociedad.
     El talento era una medida de mucho valor del imperio romano. El talento equivalía más o menos a 6000 denarios. En cifras nuestras podríamos decir que un talento equivalía como a seiscientos mil pesos. Pero lo más importante es que, a partir de la parábola de nuestro Señor, la palabra talento se ha utilizado ahora como el don, la aptitud, la cualidad que una persona ha recibido de Dios. Y así queremos entender la parábola.
     Cada uno de nosotros ha recibido un talento en especial, y en realidad son varios los talentos recibidos. Y los talentos que Dios nos ha concedido los podemos usar al servicio de los planes de Dios que son su Reino. O bien, los podemos usar en provecho nuestro, o definitivamente no usarlos para nada, sino esconderlos.
     Cada uno de nosotros, con la ayuda de la comunidad, debe discernir cuáles son los talentos que Dios le ha concedido. Aquí en la liturgia hay quienes ponen su canto al servicio de la comunidad, otros su lectura, otros su manera de conducir la celebración, otros el aseo, etc. En la vida parroquial contamos con muy diversos servidores: los enfermos, los más necesitados, la catequesis de los niños, adolescentes y adultos, las pre-sacramentales, etc. Todavía nos falta inventar más servicios, no sólo para que todos los cristianos nos dispongamos a servir en la Iglesia, sino sobre todo para hacer de nuestra Iglesia en su conjunto una servidora de la sociedad, de la salvación del mundo, de la realización de este mundo según los planes de Dios que son su Reino. Volvamos a leer esta parábola de Jesucristo con esta o estas preguntas: ¿con cuál de esos siervos me identifico yo? ¿Cuál es el llamado que me está haciendo el Maestro ahora? ¿Cuáles son los talentos que Dios me ha concedido y cómo los pongo al servicio del proyecto de Dios?
 

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