Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
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En memoria de aquellas 46 personas (uno aún sin nacer) tzotziles de Acteal, Chiapas, que murieron en el atentado del 22 de diciembre de 1997.
 
LA HOMILÍA DE FRAY ANTONIO DE MONTESINOS
Miércoles 21 de diciembre del 2011
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
      Hace exactamente 500 años, un humilde fraile, pobre como lo fueron los grandes profetas de la antigüedad, y tan humilde como su Maestro, quien para tener una palabra recia y autorizada no precisó de forrarse de autoridad y honor humanos, este fraile tomó la palabra frente a los conquistadores para hacer una denuncia como pocos nos atrevemos a hacerla en favor de los empobrecidos de nuestro tiempo.
     Era el cuarto domingo de adviento, 21 de diciembre de 1511, en la isla de la Española, hoy de Santo Domingo. Antonio de Montesinos subió al púlpito para pronunciar un sermón que dejó paralizados a aquellos "devotos” católicos que acallaban la voz de sus conciencias con actos y ceremonias de piedad. Del sermón no tenemos, desgraciadamente, el texto completo, sólo una reseña que fray Bartolomé de las Casas consignaría en su "Historia de las Indias”. Pero con esta reseña basta como botón de muestra de lo que sería en adelante la voz y el pensamiento de tantos religiosos de nuestra Iglesia en América conquistada.
     He aquí el texto de la homilía:
 
"Voz del que clama en el desierto. Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y conozcan a su Dios y creador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad, de sueño tan letárgico, dormidos? Tened por cierto, que en el estado que estáis, no os podéis más salvar, que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe en Jesucristo”.
      Cuenta fray Bartolomé de las Casas que este fraile dominico no subió al púlpito por iniciativa personal, sino después del acuerdo que tomó la comunidad religiosa de su casa. Al término de la Misa los conquistadores que se sintieron más agredidos fueron a hablar con el padre superior para que le hiciera al hermano retractarse de semejantes palabras. Al domingo siguiente el fraile subió de nuevo al púlpito para ratificar sus palabras pronunciadas anteriormente, de que los conquistadores no podrían salvarse si no quitaban su yugo opresor sobre los indios. Obviamente los conquistadores hicieron llegar su queja y su protesta ante el rey de España. Fue así como Bartolomé de las Casas renunció a su labor de encomendero y asumió la defensa de los indios.

 
 

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