Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
PROPUESTAS PARA ATERRIZAR EN ACCIONES PASTORALES
 
     Como el tiempo se pasa y no llegamos a acuerdos pastorales a nivel diocesano, yo quisiera lanzar estas cinco propuestas que se me hacen de lo más fundamental en el quehacer de nuestra Iglesia y en la vida de cada cristiano, y en las cuales podemos aterrizar en acciones, campañas, programas muy concretos, acciones pastorales permanentes y persistentes. Les podemos llamar prioridades, para que nadie sienta que lo demás de nuestra pastoral va a quedar de lado. Cada quien puede ampliar estas prioridades para abarcar más, o concentrarlas, para que tengan más fuerza.

Estas cinco propuestas son:
I. El Encuentro personal con Jesucristo al que estaremos convocando con todas nuestras energías y testimonio personal a todos los católicos, y a partir de ellos a toda la sociedad, de cerca y de lejos. No supongamos que nuestra gente conoce realmente a Jesucristo.
 
II. El estudio y conocimiento de la Palabra de Dios por parte de todos. ¿Cuántos católicos están realmente estudiando cada día la Sagrada Escritura? Cualquier secta nos supera con mucho.
    
III. La Eucaristía dominical. No podemos seguir en este conformismo de que sólo un 12% de los católicos asista a Misa.
 
IV. Convocar a todos los católicos a integrarse y desarrollarse en una pequeña comunidad de vida cristiana. Queremos ser una Iglesia de pequeñas comunidades, aunque esto nos lleve mucho tiempo.
 
V. Cultivar nuestra fe para llegar a ser cristianos, comunidades e Iglesia servidores del mundo. En la caridad y en el servicio se verifica la autenticidad de nuestra fe en Cristo. 

I. El Encuentro con Jesucristo.-

     "Conocer a Jesucristo lo es todo”. No es cristiano quien no conoce a Jesucristo. El conocimiento de Jesucristo es lo que hace al cristiano. Lo escuchamos del propio Jesucristo en el evangelio: "Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo" (Juan 17,3). Conocer a Dios a través de su Hijo Jesucristo es la vida plena, la salvación, la paz y la felicidad verdaderas, para este mundo, para cada uno de nosotros, para todos los seres humanos. Conocer al Padre que nos ama lo es todo, conocer al Espíritu de Dios lo es todo. El Papa, los obispos nos han estado insistiendo en que el cristianismo consiste, no en un código de leyes, mandamientos o prohibiciones, sino en seguir a una Persona. La fe cristiana no radica en el cumplimiento de prácticas devotas, o tener un cierto número de "creencias”. De esto todos estamos convencidos, sólo falta aterrizar en los "cómos”: ¿cómo hacer que nosotros y el resto de los católicos (como punto de partida para la misión de la Iglesia hacia el resto del mundo) vivamos intensamente el encuentro personal con Jesucristo? De esto tomamos conciencia muy clara en la 3ª carta pastoral, de 1985, "El proceso evangelizador y su organización”.

     ¿Qué acciones pastorales podemos ir realizando tanto en nuestras parroquias como en toda la diócesis que nos conduzcan a nosotros y al resto de los católicos y no católicos a un encuentro personal y permanente con Jesucristo? Si una parroquia lo hace, hay cierta eficacia en esto, pero si es toda la diócesis la que crea ese ambiente y vive ese afán por conocer a Jesucristo, nuestra eficacia es más que la suma de todas ellas.



Acciones pastorales que nos pueden conducir al encuentro con Jesucristo.-

-          Primero debemos preguntarnos nosotros mismos los sacerdotes y los laicos comprometidos ¿qué tan convencidos estamos de esto? De esta convicción parten todos nuestros trabajos: dar a conocer a Jesucristo a todas las gentes, tanto a no creyentes como a católicos cercanos y alejados: que lo conozcan personalmente, que lo conozcan tal como nos lo transmiten los santos evangelios; ¿estamos enamorados de Jesús? ¿Podemos decir que queremos ser como él? ¿Lo estudiamos diariamente en los santos evangelios? Veamos cómo cada uno de los discípulos de Jesús, cada uno de los evangelistas, María Magdalena, el discípulo amado, Pablo, etc., estaban tan apasionados por Jesucristo que no hablaban de otra cosa ni vivían para otra cosa o persona.

 

-          El conocimiento de Jesucristo es una gracia que sólo el Padre pude conceder mediante su santo Espíritu (ver Mateo 11,25). ("Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo”. Gálatas 1,15). Por ello, debemos aprender nosotros y enseñar con toda claridad a nuestra gente a pedir insistentemente y agradecer este conocimiento con toda humildad y apertura de corazón, que no es un logro personal sino una gracia de Dios.



-          Al hablar del conocimiento de Jesucristo nos referimos al que tiene sus raíces en los santos evangelios. No hablamos de cualquier conocimiento, sino de un conocimiento personal, no el conocimiento distante o nebuloso, no una imaginación, no la idea que nos hemos hecho en nuestra piedad tradicional sino el conocimiento bien fundado que nos viene del testimonio apostólico, es decir, de los evangelistas. En cierta manera conocer a Jesucristo equivale a conocer los evangelios. Si Jesucristo no es conocido a partir de los evangelios, toda nuestra vida de iglesia y la vida de cada cristiano pierde base, se vuelve frágil, se tambalea, se derrumba como una construcción sobre la arena (ver Mateo 7,26), es decir, nuestra liturgia, oraciones, catequesis carecen de sentido y de eficacia.

-          Muchas veces el encuentro personal con Jesucristo empieza por la relación de un apóstol parroquial con otra persona. El apóstol parroquial que está impregnado del conocimiento de Jesucristo, lo transmite espontáneamente en cualquier ambiente que se encuentre: familia, barrio, grupo, ambiente laboral. En la medida que nosotros vayamos conociendo más y más a Jesucristo a partir de los evangelios y del resto de la Palabra de Dios, Jesucristo estará presente en nuestras palabras, ideas, plática informal, en nuestro testimonio personal. Como discípulos misioneros de Jesucristo debemos formarnos para que nuestra palabra y testimonio sean atrayentes, convencidos, entusiastas, con tacto, sin caer en lo chocante para no vacunar a la gente contra Jesucristo.

-          También muchas veces el encuentro con Jesucristo comienza o se hace más intenso a partir de un acontecimiento fuerte en la vida de una persona, esto lo deja abierto a la gracia de Dios. En la Biblia encontramos ejemplos muy diversos de estos encuentros. Y nosotros, como servidores que somos de la buena nueva de Jesucristo, debemos estar abiertos a la acción de Dios, no debemos cerrarnos en un esquema rígido, como si la evangelización fuera solamente un diseño catequético.

-          Presentar el kerigma. Retomemos a nivel diócesis el compromiso hecho en la 3ª carta pastoral, y pongámonos en campaña permanente de hacer llegar este mensaje inicial a todos los católicos. Ya estamos en eso, en muchos grupos, en la catequesis, pláticas pre sacramentales, etc., se tiene la convicción de que lo primero es presentar el kerigma. Es necesario intensificar esta tarea. En nuestras parroquias seguimos varios diseños que habría que revisar para complementar: Prado Flores, los diseños de la CEM, Alpha, el diseño de Monterrey, etc.

-          La evangelización es un proceso, el conocimiento de Jesucristo es un camino progresivo que puede iniciar con un retiro, o con un acontecimiento, con el encuentro con un evangelizador, o por una gracia especial del Espíritu, como le sucedió a san Pablo. Debemos estar abiertos a los caminos que el Señor escoge para darse a conocer. Nadie podrá decir que ya está evangelizado, en el sentido de que su proceso está terminado, no, todos nos estamos evangelizando cada día, convirtiéndonos al Señor.

-          Revisemos nuestros apostolados: ¿qué tanto estamos dando a conocer a Jesucristo? Todos nuestros grupos, nuestros servidores, todos nuestros católicos, debemos evaluar nuestra labor con este criterio: ¿Jesucristo está siendo conocido por las personas a las que servimos apostólicamente? Debemos palpar continuamente ese conocimiento y ese enamoramiento en cada uno de nosotros, de nuestros niños, adolescentes, jóvenes y adultos. No tiene sentido hacer muchas cosas si Jesucristo no está siendo conocido.

-          El catecismo del Buen Pastor y nuestro catecismo Diocesano, conducen a los niños a conocer a Jesucristo. Convendría revisar sus contenidos y su pedagogía para hacerlos más directos e integrales; pero lo más importante es formar a nuestros catequistas en el anuncio y testimonio del Resucitado, porque no es el libro el que evangeliza sino el testigo vivo de Jesucristo (ver Lucas 24,48). Cuántas veces constatamos que nuestros niños, ya desde niños pero sobre todo al llegar a la adolescencia, no permanecen enamorados de Jesucristo. ¿La enseñanza les llegó al corazón?

-          La Misión Continental nos propone estos medios para el encuentro con Jesucristo (ver páginas 18 a 25): 1- beber de la Palabra, 2- alimentarse de la Eucaristía, 3- construir la Iglesia como casa y escuela de comunión, y 4- servir a la sociedad, en especial a los pobres. Si como diócesis descargáramos toda la carga de nuestras pilas en estas cuatro prioridades, estaríamos trabajando en lo que es fundamental de la misión de la Iglesia.



II. El conocimiento y vivencia de la Palabra de Dios.-

     La pastoral bíblica es el centro y la base de toda nuestra pastoral. Lo dicen los obispos en Aparecida: fomentar la pastoral bíblica como animación de toda la pastoral. Nuestra labor va tendiente no meramente a que la Biblia se lea esporádicamente como una devoción junto a otras devociones, sino a hacer de cada persona un auténtico discípulo de la Palabra. El discípulo o discípula es aquel que escucha la Palabra con un corazón abierto, con obediencia, dispuesto a vivir esa Palabra en toda su vida. El discípulo es un estudioso de la Palabra. Un discípulo del A. T. entendía así la voluntad de Dios: "Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas”. Deuteronomio 6,6-8.

      Nuestro Señor quería formar a sus discípulos en ese cimiento sólido: "No todo el que me diga: "Señor, Señor”, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les declararé: "¡Jamás los conocí; apártense de mí, agentes de iniquidad!” Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca”. Mateo 7,21-27. Tenemos que convencer a nuestros católicos que la fe adquiere solidez en la medida que se finca sobre la Palabra del Maestro, o por el contrario, cuando no hay conocimiento y estudio de la Palabra, esa fe se vuelve tan frágil como una construcción sobre la arena.



Acciones pastorales para poner a la Palabra de Dios en el justo lugar que le corresponde en nuestra vida cristiana y en el quehacer de la Iglesia:

-          Revisemos nuestra vida cristiana: ¿qué lugar ocupa el estudio de la Biblia en mi espiritualidad personal, en mi grupo? ¿Es la Palabra de Dios la que conduce mi vida?

-          Revisemos nuestra pastoral bíblica parroquial: ¿qué lugar ocupa la Biblia en nuestros grupos? ¿Cuántas parroquias cuentan con escuela de la Biblia? ¿Cuántas personas han pasado por ella? ¿Cómo se fomenta en la parroquia el estudio de la Biblia? ¿Cómo se celebra el Mes de la Biblia en nuestras parroquias? ¿Es un acontecimiento diocesano?

-          Que cada uno de nuestros niños, jóvenes y adultos procure tener su Biblia de estudio personal, en la medida de sus posibilidades económicas. En la 1ª carta pastoral, de 1975, nos pusimos la meta de colocar una Biblia en cada hogar católico. Como muchas familias ya tienen la Biblia pero no la estudian, ahora habría que proponernos que cada quien tenga su Biblia, según sus posibilidades, y fomentar machaconamente en toda la diócesis que nos pongamos a estudiarla.

-          Que cada uno lleve su Biblia a reuniones y grupos: de catecismo, de adolescentes y jóvenes, de adultos. Que en cada reunión se lea al menos algún pasaje bíblico, o qué mejor que el tema se desarrolle a partir de la Palabra de Dios.

-          Catequistas y coordinadores buscarán la manera de palpar si nuestros catequizandos y miembros de grupos están estudiando la Biblia en su casa y se están convirtiendo en verdaderos discípulos de la Palabra.

-          Que cada uno sea iniciado en la práctica de la "Lectio Divina”. Es un método sencillo de lectura orante de la Biblia. La escucha de la Palabra le da solidez a nuestra oración. Tendremos que ver la manera de implementar cursitos sobre la Lectio, en folletos, en nuestros medios de comunicación impresos.

-          Que cada uno de nosotros sea iniciado en el "Estudio de Evangelio”. Es una práctica también sencilla que conduce a un conocimiento profundo de Jesucristo. Deberemos también tener cursitos sobre esta práctica.

-          Convocar a los católicos a que lleven la Biblia a la Misa. ¡No nos pongamos cortapisas! Es el único momento en que el párroco tiene contacto directo con miles de personas, domingo a domingo. Si el sacerdote citara a los fieles a una reunión en algún día de la semana, no pasarían de asistir unas 10 ó 20 personas; en cambio, en la misa dominical, el sacerdote puede ayudar a la escucha de la Palabra a miles de gentes ¡semanalmente! En vez de que se trate de un demérito para la Misa y para la Biblia, al contrario, los fieles laicos van creciendo en la escucha, porque ésta se hace más atenta, entra por más sentidos, como enseña la pedagogía moderna. Los resultados son palpables.

-          Que el sacerdote predique con la Biblia en la mano. Habría que irnos ejercitando en esta "destreza” que es muy propia de los discípulos de la Palabra. Que los sacerdotes preparen homilías bíblicas, para que sea la Palabra de Dios la que se comente a sí misma.

-          Fomentar la fundación y consolidación de las escuelas bíblicas parroquiales. Se pueden revisar los materiales que se usan. Que nuestros miembros de grupos y demás católicos de nuestras parroquias contemplen cursar por lo menos el grado de introducción a la Biblia. En el país se trabaja por elevar el nivel de escolaridad de la población. Nosotros ¿no deberíamos también trabajar hasta el cansancio por elevar el nivel de conocimiento de la Palabra de Dios en nuestra población católica?



III. La Eucaristía dominical.-

     Como que estamos muy conformes con que sólo un 10-12% de nuestros católicos asistan a misa cada domingo. Como que ya nos hicimos nuestra rutina de responder a las exigencias inmediatistas de muchos católicos que nos solicitan Misa (o evento social vestido de fiesta religiosa) esporádicamente, como matrimonios, quinceañeras, bautismos, etc.

     Nuestro objetivo no sólo es hacer que los católicos cumplan con el precepto de misa dominical, sino que lleguemos a ser cristianos y comunidades eucarísticas. Esto quiere decir que deberemos llegar a ser eucaristías vivientes, Jesucristo viviendo en nosotros. ("Y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Gal 2,20). Jesucristo se sigue partiendo y compartiendo a sí mismo por la salvación de este mundo.



Acciones pastorales que nos conduzcan a crecer eucarísticamente.-

-          Que todos los católicos, no una minoría, caigamos en la cuenta de que estamos convocados por el Señor para celebrarlo a Él el domingo. Todos debemos entender y vivir la Eucaristía como la celebración de su entrega de la vida por la salvación de este mundo y la Comunión a la que Dios nos convida. La Misa dominical y la Comunión sacramental será una insistencia en las pláticas prebautismales, en la celebración del bautismo, en las entrevistas del sacerdote en la oficina, en el catecismo (especialmente, aunque no exclusivamente, con quienes se preparan a la Primera Comunión y Confirmación), en nuestros grupos; y también, de manera sabia y prudente, en nuestros ambientes familiares, vecinales y laborales. Estamos en campaña permanente. ("Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: « Este es mi cuerpo que se da por ustedes; hagan esto en memoria mía. » Asimismo también la copa después de cenar diciendo: « Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebieren, háganlo en memoria mía. » Pues cada vez que comen este pan y beben esta copa, anuncian la muerte del Señor, hasta que venga”. 1 Corintios 11,23-26).

-          No olvidemos que a los más alejados hay que conducirlos primero al conocimiento personal de Jesucristo a través de los evangelios y de nuestro testimonio personal y comunitario. El conocimiento de Jesucristo los conducirá a la Misa dominical.

-          Nos debemos comprometer a ir catequizando a todos, de manera especial a los niños, en el conocimiento y vivencia de la Misa. En algunas parroquias se les pone atención especial, aunque brevemente, a los niños que se preparan a la Primera Comunión. Nos parece una cuestión de sentido común que los que se preparan a este sacramente participen cada domingo en él, y crezcan en el amor a Jesús sacramentado. Los catequistas buscarán la manera de palpar si nuestros niños están siendo llevados a Misa y si están creciendo en al amor a Jesús que se nos da en ese sacramento. Lo mismo se hará en todos nuestros grupos.

-          En el catecismo y en los grupos se podrán dar la oportunidad de detenerse de vez en cuando en algún tema sobre la Misa o algún aspecto de ella.

-          Sacerdote, coros y lectores prepararán la liturgia de manera que resulte más atractiva y vivencial, de manera que los participantes sientan que su vida personal, familiar y social está integrada en la celebración. La mención de los acontecimientos en la monición de entrada, las intenciones de la oración universal redactadas en equipo, y las intenciones anotadas en los papelitos son recursos que debemos aprovechar.

-          Los obispos en Aparecida se pronuncian a favor de la celebración dominical en ausencia de presbítero cuando un párroco no puede celebrar la Misa en todas sus comunidades rurales o sus colonias. No desdeñemos el valor de una comunidad creyente aún cuando no esté el presbítero presente. Nuestro Señor nos enseña que donde están dos o tres reunidos en su nombre, ahí está él en medio de ellos (cf. Mateo 18,20). Fomentemos la congregación de los creyentes en torno a la escucha de la Palabra y la Comunión eucarística. Fomentemos la fraternidad a la que nos convoca el Señor.



IV. Integración en pequeñas comunidades de vida.-

     Esta prioridad consiste en convocar a todos los creyentes a integrarse en pequeña comunidad, como un ingrediente esencial de nuestro ser cristianos.

     A la comunión de vida nos ha convocado Dios Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo: a la comunión con él, a la comunión con todos nuestros hermanos. ("No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí”. Juan 17,20-23). El texto por excelencia que ilumina la vida de las pequeñas comunidades es Hechos 2,42-47. Reflexionémoslo pausada y constantemente con los fieles laicos.



Acciones pastorales para fomentar la integración de los católicos en pequeñas comunidades.

-          Debemos trabajar por hacer caer en la cuenta a todos nuestros católicos de que estamos convocados para vivir la comunión en una pequeña comunidad, porque así la comunión se hace más efectiva, no se queda en teoría. Ser católicos incluye necesariamente la vida en pequeña comunidad, de manera que nuestra parroquia debe ser una comunidad de pequeñas comunidades, no una masa de cristianos anónimos. Mentalicémonos en que la pequeña comunidad es el hábitat natural de un cristiano.

-          De los retiros de Evangelización Fundamental van surgiendo las pequeñas comunidades. Retomemos las propuestas de la 3ª carta pastoral.

-          La pequeña comunidad no es un grupo de estudio, o un grupo de oración, o un equipo de trabajo o de servicio, sino una comunidad de vida.

-          Es necesario tener algún o algunos encuentros que vayan clarificando en todos nosotros lo que es una comunidad eclesial de vida. Deberemos implementar algún curso o taller para ir conociendo mejor lo que es una pequeña comunidad de vida. En nuestra Iglesia se cuentan con diversos diseños para formar una pequeña comunidad de vida cristiana. Obispo y párrocos debemos respetar la opción de los fieles laicos de integrarse en el diseño de su propia elección. Las comunidades de base, o las carismáticas, etc., no deben imponerse, sólo proponerse.

-          El catecismo y los grupos de jóvenes son una experiencia de vida cristiana. Son escuela para aprender a vivir la fraternidad, la vida en pequeña comunidad. Catequistas y coordinadores pongan atención a todo aquello que nos lleve a vivir la comunidad de vida: conocer los nombres, preocuparse por los momentos que vive cada quien, ya sean alegrías, penas, necesidades, anhelos. Nuestros grupos están para educarnos y ayudarnos a crecer en el amor.

-          Fomentar los encuentros parroquiales y diocesanos de pequeñas comunidades según su propio diseño y caminar, para que se mantengan en su sentido eclesial (parroquial, diocesano y universal).



V. Iglesia servidora del mundo, especialmente de los más pobres.-

     Esta prioridad va enfocada a formar verdaderos creyentes que incidan en la transformación de nuestro mundo en la paz, la justicia, el amor, según las enseñanzas de Jesucristo, según el proyecto de Dios al que Jesucristo le ha llamado "Reino”.

     La fe sin obras es muerta, nos dice la carta del apóstol Santiago ("la fe, si no tiene obras, está realmente muerta.” Santiago 2,14-20).

     La evangelización de los pobres, que incluye su asistencia y promoción es la línea bien marcada por el Hijo de Dios (ver Lucas 4,18). Sólo la pastoral que se realiza en esta dirección es auténticamente cristiana.

 

Acciones pastorales.-

-          Primeramente debemos tomar en cuenta las acciones de servicio y caridad que realizan nuestros católicos a nivel personal. La pastoral social debe tomarlos en cuenta en su planeación.

-          En este renglón del compromiso social de nuestra fe es donde los católicos, las parroquias y la Iglesia en general hemos crecido muy poco. ¿Cuántas parroquias cuentan con Cáritas? ¿Cuántas instituciones de derechos humanos, de integración de adictos, comedores populares, etc., tenemos en la diócesis?

-          ¿Cuenta la Pastoral social con un panorama de la vida política de nuestra diócesis? Tenemos pendiente formar a los católicos en las realidades sociales, políticas, culturales, científicas desde nuestra fe, en los derechos humanos, para ir creando la fraternidad de los hijos de Dios, en la transformación de este mundo en un mundo según los criterios de Dios, el Reino por el cual Jesucristo gastó toda su vida hasta la cruz. Se trata de irnos educando como constructores de ese mundo como Dios lo quiere.

-          El catecismo y los grupos de jóvenes y adolescentes son una escuela donde se aprende a servir. Procuremos acciones de servicio a la sociedad como parte de la formación cristiana. Por ello los adolescentes incluyen en su formación la visita a instituciones o agrupaciones de personas en necesidad. También el catecismo incluye la entrega de artículos de despensa a Cáritas o directamente a familias necesitadas.

-          Las comunidades se organizan con frecuencia para la visita a un enfermo o persona en necesidad económica.

-          Nuestros grupos son también escuela donde se aprende a mirar la realidad y hacerse responsable de ella. Que en el catecismo y nuestros grupos de jóvenes y adultos se tenga atención a los acontecimientos y se haga mención expresa de ellos, para desarrollar esa mirada, y una mirada crítica según el evangelio de Jesucristo.

-          Debemos promover decididamente el uso de los medios de comunicación en nuestras parroquias. Nuestra gente es poco afecta a los noticieros electrónicos, les gustan más los programas de entretenimiento, y es mucho menos afecta a los medios impresos. Leemos muy poco. Aún así, hay que preguntarnos cuántas parroquias cuentan con Boletín Parroquial y a cuántas gentes llega. ¿Cuántos Notidiócesis se distribuyen en la Diócesis? ¿Cuántas parroquias y personas hacen uso de Internet para comunicar la Buena Nueva? De manera no institucional hay muchos correos con presentaciones de tipo religioso y espiritual que se intercambian entre nuestras gentes.



Fraternalmente: Carlos Pérez Barrera, pbro.

Chihuahua, Chih., 18 de junio del 2012.
 

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