Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
¿CUÁL ES LA RELIGIÓN QUE DIOS QUIERE?
Comentario al evangelio del domingo 15º ordinario, 14 de julio del 2013
Lucas 10,25-37.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     El que se acerca a Jesús para ponerle una prueba es un legista, doctor o maestro de la ley de Dios, esto es, un estudioso e instructor de la Biblia para el pueblo. Este doctor de la ley conocía bien la Sagrada Escritura, sabía que tiene innumerables mandamientos, ¿cuál de todos ellos nos conduce a la vida eterna? También nosotros los católicos debemos ser estudiosos de la Biblia, pero nuestro estudio y conocimiento de la Palabra de Dios debe ser a partir de las enseñanzas y de la misma persona de Jesucristo. Y de esto aquí tenemos un magnífico ejemplo.

     ¿Cuál es, pues, el mandamiento de la Biblia que nos puede conducir a la vida eterna, ya no digamos que solamente a mí sino a todo nuestro mundo? Como podemos ver, Jesucristo responde con su manera clásica de responder, con otra pregunta: "¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?”

     Es el doctor de la ley el que responde con los dos mandamientos fundamentales de la Biblia, de los cuales pende toda la ley y los profetas, como responde Jesús en el evangelio según san Mateo 22,40: el amor a Dios con toda la existencia y al prójimo como a uno mismo. En esto estaban de acuerdo Jesús y el doctor de la ley, y también nosotros.

     Pero según san Lucas, que es el único evangelista que nos ofrece la parábola que sigue, el doctor de la ley, para nuestro bien y para bien de todo el mundo, quiere seguir sosteniendo su pregunta por su pretensión de poner a Cristo a prueba: "¿y quién es mi prójimo?” La respuesta final de nuestro Maestro nos deja impactados. Los personajes son escogidos con todo propósito por Jesucristo, al igual que la manera de acomodarlos en su parábola. Por eso decimos que Jesucristo revela aquí cuál es la religión, o religiosidad, o práctica cristiana que él enseña y nos pide.

     El sacerdote y el levita son personas que se dedican al culto en el templo de Jerusalén. Pasaron junto al hombre despojado y herido y dieron un rodeo para seguir su camino, el camino que va o viene de Jerusalén a Jericó. Podemos pensar que iban o venían de ofrecer sacrificios en el lugar escogido por Dios: el templo. ¿Es éste el culto, religión o adoración que Dios quiere? "Misericordia quiero, que no sacrificio”, se decía desde los tiempos del profeta Oseas (6,6), frase que Jesucristo retoma y nos ofrece como enseñanza propia en Mateo 9,13 y 12,7.

     El samaritano es un hermano separado. Él no adora a Dios en el templo sino en el monte Garizim. Pero aquí, en la parábola, Jesucristo no nos cambia el lugar de culto sino la forma del verdadero culto a Dios: la compasión efectiva por el hermano más necesitado, como responde bien de nueva cuenta el doctor de la ley. Nuestro Señor y Maestro nos deja esta sentencia final: "vete y haz tú lo mismo”. Vámonos a hacer lo mismo todos los que pretendamos la vida eterna. En esto está la vida plena de todo nuestro mundo.

     ¿No cuestiona fuertemente nuestro señor Jesucristo nuestra manera de ser católicos, de ser cristianos, de ser Iglesia, de ser sociedad y de ser humanos? En cada uno de esos niveles o aspectos hemos tomado nuestro propio camino. Como católicos pensamos que lo nuestro es el rezo y la devoción; como Iglesia pensamos y vivimos como si lo nuestro fuera la ceremonia y el templo, y que eso es lo que nos va a conducir a la vida eterna.

     No es así. Lo nuestro, lo propio de Jesús es la compasión. Todo lo demás debe de girar en torno a ella. Y ciertamente muchos de nuestros católicos, aunque quizá no tantos, así lo entienden y así lo viven. No me refiero a los que se justifican gratuitamente a sí mismos diciendo que no van a Misa pero que ayudan mucho, cuando en realidad viven una vida tan egoístamente encerrados en sí mismos, en sus cosas y en sus diversiones. No. Me refiero a esas gentes que atienden el comedor popular, cáritas, que ofrecen alimentos a los migrantes que pasan trepados en un tren, como maravillosamente las hemos visto en la tele, que los atienden en algún albergue, orfanato o asilo de ancianos, que visitan enfermos y les llevan compañía, oración y Comunión, que se unen a las causas de los indígenas, de los campesinos, de las mujeres en sus reivindicaciones y en sus búsquedas de los desaparecidos, que luchan codo a codo con los obreros por sus derechos, etc., etc. ¿No es ésta la liturgia que Dios quiere?

 
 

Copyright © 2024 www.iglesiaenchihuahua.org by xnet.com.mx
Mapa del Sitio | acceso |