Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
« LA FE VIENE… POR LA PALABRA DE CRISTO »
Mes de la Biblia, septiembre del 2013
Parroquia de San Rafael Arcángel, Chihuahua, Chih.
 
Introducción general.-
Estamos celebrando el Año de la Fe, del 11 de octubre del 2012 al 24 de noviembre del 2013. Por estar en el año de la fe, hemos decidido en nuestra parroquia, párroco y equipo de la pastoral bíblica, tomar esta temática para el mes de la Biblia: "Palabra y Fe”, tal como lo expresa san Pablo en Romanos 10,17: La fe viene… por la Palabra de Cristo.

Les proponemos esta ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO para empezar cada una de las reuniones: Dios mío, dame tu Espíritu.

1. ¡Dios mío, dame tu Espíritu! Lo necesito para ser testigo de tu Verdad en el mundo; para que libre de aprobaciones y desaprobaciones, yo tenga el deseo de agradarte solamente a Ti.

2. ¡Dios mío, dame tu Espíritu! Para amar tu Cruz como la han amado los santos, para vivir con ella y dar mi vida por ella para conducir a los hombres y mujeres a tu gloria, para amar hasta el extremo.

3. ¡Dios mío, dame tu Espíritu! Para evangelizar a los pobres, para tener la audacia de llamar en tu nombre a los que Tú quieres que te sigan por el camino de una vida cristiana según el Evangelio, y así construir tu Iglesia entre los pobres.

4. ¡Dios mío, dame tu Espíritu! Para ser fiel al Estudio del Evangelio cada día, y que éste sea mi principal trabajo; ser discípulo de tu Palabra para construir tu Pueblo en este ministerio. Que él sea mi gran acto cotidiano de amor por Ti.

5. ¡Dios mío, dame tu Espíritu! Para ser un cristiano contemplativo de tu obra, de tu misericordia actuando en mí a cada momento. Para que sea tu colaborador en el trabajo que Tú realizas en todas las personas y en mi comunidad.

6. ¡Dios mío, dame tu Espíritu! Para que Jesucristo complete en mi carne los sufrimientos que faltan a su pasión. Para que pueda decir honestamente que todo lo acepto por amor a Ti, con tal que se haga tu voluntad en mí y en todas tus criaturas.

7. ¡Dios mío, dame tu Espíritu! Para que yo pueda llegar a ser por la oración y el sacrificio un pan bien cocido para tu Pueblo pobre. Que el tomen y coman de tu persona sea una realidad en la totalidad de mi vida. Que el amor sea la fuente de toda mi actividad apostólica.

8. ¡Dios mío, dame tu Espíritu! Para amar a los pobres como Tú los amas, para entrar en la compasión de tu Hijo para con ellos; para que en este camino habite en mí la santidad de tu Hijo. Que yo los ame gratuitamente.

9. ¡Dios mío, dame tu Espíritu! Para que yo pueda crecer en el amor de tu Hijo, pobre, crucificado y comido. Que sea siempre consciente de que este tesoro lo llevo en un vaso de barro, para que se vea que esta fuerza extraordinaria no viene de mí mismo sino de Ti. Amén.

Al final de cada reunión se puede recitar esta oración: Gracias, Dios mío, por tu Palabra.
Gracias, Dios mío, por tu Palabra que nos has regalado.
Gracias porque con tu Palabra creaste el Universo entero, tan maravilloso.
Gracias porque con tu Palabra has llenado a este mundo de vida, y lo sigues recreando con tu Santo Espíritu.
Gracias por tu Palabra hecha carne que es tu Hijo Jesucristo, por él nos has llamado a una vida en plenitud.
Gracias porque nos has reunido en el nombre de tu Hijo Jesucristo, para que aprendamos un poco más de tu Palabra.
Ayúdanos con tu Santo Espíritu a poner en práctica lo que aquí hemos escuchado y aprendido. Te pedimos por este mundo para que llegue a ser un mundo de paz como es tu voluntad. Tú que vives por los siglos de los siglos. Amén.
 
1er. ENCUENTRO
ABRAHAM, NUESTRO PADRE EN LA FE, OBEDIENTE A LA PALABRA
0.- Ambientación e introducción.-

1.-      Crear un ambiente agradable entre los participantes para que todos se sientan bien desde el comienzo. Saludar a cada quien conforme vaya llegando y darle la bienvenida.
2.-      Canto inicial (algún canto sobre la Palabra).
3.-      Presentar el tema sobre el que vamos a reflexionar y vivir en este encuentro: contemplar la figura de Abraham para tener un modelo de creyente en la Palabra de Dios.
4.-      Pedirle a Jesús la luz de su Santo Espíritu para comprender su Palabra (Se puede recitar la oración inicial).
5.-      Puede ayudar tener a la vista alguna imagen o dibujo de Abraham en una cartulina como el que ilustra este tema.
1.- Miramos nuestra vida.-
En una parroquia rural me tocó visitar a una mujer mayor de los 90 años. Se casó y enviudó muy joven, y quedó con dos hijos pequeños. No se volvió a casar. A esta edad ya había sepultado a sus hijos. Era una viejita muy dulce en su hablar y en su trato; daba gusto estar y conversar con ella. Expresaba que estaba esperando que Dios se acordara de ella. Había aceptado su voluntad con la partida de su esposo y posteriormente de cada uno de sus hijos. Yo pensaba para mis adentros: esta mujer es Abraham en su versión femenina.
1- ¿Les ha tocado a ustedes conocer y tratar a personas así?
2- Entre nuestros jóvenes, ¿se palpa esa fe en Dios?
2. Iluminamos nuestra vida con la Palabra de Dios.-
     Si hablamos de fe y obediencia a la Palabra de Dios es obligado mirar la figura de Abraham, nuestro Padre en la fe. Dios nos ofrece a este creyente para movernos a la fe. Leamos Génesis 12,1-4.
     Dios llama a este hombre para formar un pueblo, en la tierra que Dios elegiría para ellos. De esto hace como 3,800 años. Abraham, con toda obediencia, sale de su tierra con rumbo desconocido, sólo conducido por la Palabra de Dios. Aquí comienza el caminar de un hombre y su familia con los que Dios llevará adelante, a lo largo de la historia, sus planes de salvación para todas las naciones.
     La fe empieza con la Palabra de Dios. Abraham tenía abierto su oído a Dios, por eso lo pudo escuchar. El hombre abre su oído, y la Palabra o la iniciativa de hablar es de Dios. Por ello, el apóstol Pablo dirá que la fe viene por la Palabra, que es el lema de este mes de la Biblia.
     De ti haré una nación grande y te bendeciré, le promete Dios a este creyente fiel. Y esta promesa se la hace Dios repetidamente, como lo vemos en el libro del Génesis. Sin embargo, Abraham se va haciendo muy viejo, incluida su mujer, y esa numerosa descendencia no llega, ni siquiera un hijo. Pero Abraham permanece fiel en su fe en esa Palabra de Dios. Hasta que finalmente, cuando Abraham ronda los 100 años, y Sara su mujer los 90, llega Isaac. Leamos Génesis 18,1-10.
     Para nuestra sorpresa y mayor sorpresa para Abraham, cuando su hijo Isaac tenía unos 12 años, Dios le pide a este enorme creyente que le ofrezca a su hijo en sacrificio. Aquí se deja ver que Abraham tenía una fe inquebrantable, porque simplemente prepara todas sus cosas, toma a su hijo y emprende el viaje a la montaña que Dios le había indicado. Lean Génesis 22,1-17.
     Esto significa que hay que tener mucha fe y dejar que ésta aumente cada día. Si cuando Dios nos da una promesa ponemos en ella nuestra fe, la promesa y nuestra fe así unidas empezarán a producir un cambio en nuestro carácter. Traerán como resultado excelentes valores morales en nosotros que purificarán nuestras vidas y que a su vez nos darán un entendimiento más profundo de la Palabra de Dios y de su propósito en nuestras vidas. Y a medida que esto suceda, nuestro corazón y nuestro espíritu estarán más abiertos a las cosas de Dios.
     Cuando alguien le cree a Dios, comienza a actuar su poder creativo para dar vida a aquello que fue creído. Por fe, Abraham daba por seguro que Dios cumpliría con su promesa.
     Los católicos decimos que tenemos mucha fe en Dios, en la Virgen, en los ángeles y en los santos. Pero, ¿conocemos la Palabra de Dios? ¿Cuál Palabra escuchamos como para creer en ella? La fe es andar conforme a la Palabra de Dios no conforme a lo que se ve. Abraham peregrinó en esa tierra por fe y no por vista. Abraham se confió plenamente en la Palabra que Dios le dirigía.
     Era muy poco lo que Abraham sabía acerca de los planes de Dios, pero se dejaba conducir por su Palabra, incluso cuando le pedía a su hijo Isaac en sacrificio. La disposición de Abraham de entregar a su hijo, era un prototipo de la disposición de Dios el Padre de dar su único hijo engendrado (Cristo) como un sacrificio. Nosotros, que somos descendientes de Abraham por la fe, también debemos creer que Dios puede resucitar de la muerte.
     Nosotros necesitamos tener la fe de Abraham, y necesitamos entender que la verdadera fe es una fe en la Palabra, no en el vacío. Para decir que uno cree es necesario escuchar una palabra de aquella persona en la que uno deposita su fe. Esa palabra está contenida en la Biblia, ahí está la palabra en la que Abraham creyó. Este pasaje muestra claramente la firme obediencia de Abraham, a la palabra de Dios, es una fe sin vacilación, sin duda alguna. La mente y el corazón de Abraham estaban con Dios. Abraham se dejó llevar por Dios. Fe es tener confianza en la Palabra que se ha recibido de Dios y esperar en Él para que se cumpla. La única razón por la cual descuidamos la Palabra de Dios es que dudamos de ella, es decir, no creemos que Dios la cumplirá en realidad. Si verdaderamente creyésemos en la palabra que hemos recibido de Él, entonces responderíamos a ella.
     Y Abraham creyó al Señor, y eso se le contó por justicia. ¿Por qué? -Porque fe significa edificar sobre Dios y su palabra, y eso significa recibir la vida de Dios y su Palabra. Cuando creemos en la voluntad de Dios estamos poniendo sus planes por encima de nuestros intereses. El creyente sabe colocar la salvación y la bendición de las naciones por encima de todo.
     La fe actúa, no se queda esperando que Dios haga todo. La fe viva es activa, y Abraham es un ejemplo de ello, como ya hemos considerado en Génesis 22,3. Dice la carta del apóstol Santiago 2,23: Alcanzó pleno cumplimiento la Escritura que dice: Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia y fue llamado amigo de Dios. En este texto hay algo que no se encuentra en ningún otro pasaje de la Biblia -la frase amigo de Dios. Abraham fue el ejemplo mejor de un amigo de Dios. No hubo ninguna otra persona que fue elevada al nivel de Abraham. Mucho antes de que Dios llamara a Abraham mi amigo, hubo una larga trayectoria, un largo camino que juntos iban a recorrer para llenar las páginas de las Sagradas Escrituras con su testimonio y su caminar de obediencia y servicio.

3.- Momento del actuar o de las conclusiones.- (Es conveniente que cada quien se imponga algún propósito concreto y realizable, para que la reflexión no se quede en la mera teoría. Que cada quien escriba sus propósitos en su cuaderno).
     Para crecer en la FE debemos conocer a Abraham, porque en su vida están grabados los principios de vida que agradan a nuestro Padre Celestial. En la vida de Abraham están delineados los principios eternos sobre los cuales se fundamenta el desarrollo de nuestra FE.
1.-   Les sugerimos que repasen los pasajes bíblicos que hemos escuchado en este encuentro.
2.-   ¿Qué propósito saca cada uno de ustedes de este encuentro? Que sea un propósito sencillo posible de cumplir. Propóngase empezar a leer frecuentemente la Biblia.
3.-   Siguiendo el ejemplo de Abraham, debemos demostrar nuestra fe en la palabra de Dios por la obediencia y haciendo buenas obras que demuestran nuestra fe. Nuestra fe es perfeccionada al obedecer la Palabra de Dios.
4.-   Muchos católicos quisiéramos ver resultados inmediatos de aquello que esperamos. Y si no los obtenemos, nos desanimamos hasta el punto de desconfiar de la propia Palabra de Dios. Sin embargo, nuestra fe debe estar puesta en la voluntad de salvación de Dios para todo el mundo. Dios tiene sus tiempos para ello, y el creyente se confía plenamente en Dios.
5.-   Les pedimos que escriban en una cartulina o papel grande este versículo para que lo pongan en la ventana hacia afuera, o en un lugar visible al interior de la casa: La fe viene… por la Palabra de Cristo (Romanos 10,17).

4. Hagamos oración.-
a) Preces.- Decir en forma de petición lo que los pasajes bíblicos nos han dicho. Todos respondemos: Te rogamos, Señor.
b) Se puede recitar la oración final.
5.- Avisos y canto final.- Dar el día y la hora del próximo encuentro. Entonar un canto sobre la Palabra.

2º ENCUENTRO
SAMUEL, EL PROFETA QUE ESCUCHA LA PALABRA
 
0.- Ambientación e introducción.-
1.-      Crear un ambiente agradable entre los participantes para que todos se sientan bien desde el comienzo. Saludar a cada quien conforme vaya llegando y darle la bienvenida.
2.-      Canto inicial (algún canto sobre la Palabra).
3.-      Presentar el tema sobre el que vamos a reflexionar y vivir en este encuentro: contemplar la Palabra de Dios que llamó al profeta Samuel, de modo que nos veamos reflejados en ese llamado.
4.-    Pedirle a Jesús la luz de su Santo Espíritu para comprender su Palabra (Se puede recitar la oración inicial).
5.-    Puede ayudar tener a la vista alguna imagen o dibujo de Samuel en una cartulina como el que ilustra este tema.

1.- Miramos nuestra vida.-
     Hace más de veinte años una mujer tuvo un hijo, al cual consagró al Señor desde pequeño. Ella oraba durante su embarazo, participaba en oraciones comunitarias y en el rezo del Santo Rosario. Mientras oraba, el niño se movía mucho en el vientre de su madre. Cuando nació lo llamó con el nombre de Cristo. De pequeño lloraba mucho, pero al escuchar una oración o el Santo Rosario se quedaba tranquilo y atento. El niño iba creciendo, formándose académicamente y espiritualmente. A la corta edad de 3 años y medio él ya sabía la oración del sínodo, Padrenuestro, Ave María y algunos cantos. Su madre lo llevaba todos los domingos a la Santa Misa y aprendió las cosas de Dios desde muy pequeño. Cuando el niño llegó a los 17 años un seminarista fue a anunciar el sacerdocio de Cristo a la capilla donde él asistía a la Eucaristía. Providencialmente cuando el seminarista iba pasando por el lugar donde estaba él, lo tocó en el hombro y viéndolo a los ojos le dijo: «Tú eres el elegido». Desde ese momento el joven comenzó a servir al Señor en el apostolado como lector de la Palabra de Dios y fue sirviendo en distintos ministerios según el Señor lo llamaba. Dios lo ha llamado al sacerdocio de Cristo y actualmente se está preparando. Si es la Voluntad de Dios y así lo desea será sacerdote, para el servicio del Señor y de la Iglesia.
1- ¿Conocen algún muchacho o muchacha que haya sido llamado a algún servicio especial?
2- Nuestros jóvenes, ¿están atentos al llamado que Dios les hace para encauzar su vida?

2. Iluminamos nuestra vida con la Palabra de Dios.-
     Lean 1 Samuel 3,1-10.-
     Dios llamó a Samuel cuando apenas era un niño. El sacerdote Elí le enseñó a abrir su oído a la palabra de Dios. Le decía: cuando alguien te llame, di: habla, Señor, tu siervo te escucha. Así lo hizo Samuel y por eso todo el pueblo de Dios lo reconoce como un verdadero profeta, porque escuchaba la Palabra de Dios y con toda fidelidad se la transmitía al pueblo.
     El sacerdote Elí, que le daba el consejo de escuchar a Dios y formó al pequeño profeta en la escucha, él mismo estuvo dispuesto a obedecer esa Palabra aunque no le fuera favorable. En esa ocasión Dios le habló al niño Samuel para revelarle la suerte que iba a sobrevenirle al sacerdote Elí y a su familia por no haber cuidado debidamente su santuario de Siló. Lean 1 Samuel 3,10-18. Como escuchamos aquí, Samuel le tuvo que contar a Elí lo que Dios le anunciaba. Fijémonos bien, y hasta escribamos en nuestro cuaderno sus palabras: Él es Yahveh, que haga lo que bien le parezca. Hasta nos produce escalofríos escuchar esta obediencia de parte de Elí, porque Dios le anunciaba por medio del pequeño Samuel la tragedia que se avecinaba sobre él. ¿No nos mueve este ejemplo a una obediencia radical a la palabra de Dios?
     Posteriormente Dios mandó a Samuel a ungir a David como rey de Israel, cuando Saúl todavía era el rey. Samuel se resistía porque temía que Saúl le diera muerte, pero aún así tuvo que obedecer la palabra de Dios que lo enviaba a Belén. Leamos 1 Samuel 16,1-4. Así transcurrió la vida de este profeta, entre resistencias y obediencias, porque estaba por entero al servicio de la Palabra del Señor.
     El llamado de Dios a formar parte y a trabajar por su Iglesia no es una carga, el hombre ni siquiera es digno de ello. Sin embargo, el Señor, por gracia, nos ha elegido en Él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor (ver Efesios 1, 4), y para trabajar por su Esposa, la Santa Iglesia. Así como a Samuel, el Señor sigue llamando hoy a personas comunes y corrientes para que se entreguen a Él. Niños, jóvenes, adultos, ancianos, a cualquier edad Dios sigue haciendo resonar su voz en los corazones de los hombres. Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar (vean Marcos 3, 13-14).
     La Iglesia necesita de hombres y mujeres valientes, que se atrevan a dejar todo por el Señor, así como los primeros discípulos... y dejándolo todo le siguieron (Cfr. Lucas 5,11). Dios conoce cuáles son tus dones y carismas, pues Él te los ha dado, también sabe cuáles son tus debilidades y flaquezas, y de todo ello el Señor se vale para manifestar su gloria. Dios solo requiere de nuestro sí, a semejanza de la Madre de Dios, que se atrevió a dejar todo y hacer la Voluntad del Todopoderoso.
     Muchos santos han sido llamados por Dios, desde su vida normal: san Agustín era un perdido en el mundo, Dios lo llamó, respondió e hizo maravillas en él. San Ignacio de Loyola estaba seducido por las glorias del mundo, pero la Gloria del Señor lo sedujo y supo que no había mejor honor que ser soldado de Cristo. Así, Dios te llama y Él te dará las herramientas necesarias para que puedas llevar a cabo de forma santa y perfecta el trabajo en el que te coloque. Sólo debes responder: «Habla, Señor, que tu siervo escucha», lo que equivale a ponerte a estudiar la palabra de Dios.

LA ENSEÑANZA DE LA IGLESIA.-
     Todos los obispos del mundo, reunidos con el Papa en el Concilio Vaticano II, nos han dejado esta enseñanza:
     La Iglesia ha nacido con el fin de que, por la propagación del Reino de Cristo en toda la tierra, para gloria de Dios Padre, todos los hombres sean partícipes de la redención salvadora, y por su medio se ordene realmente todo el mundo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo Místico, dirigida a este fin, se llama apostolado, que ejerce la Iglesia por todos sus miembros y de diversas maneras; porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado. Como en la complexión de un cuerpo vivo ningún miembro se comporta de una forma meramente pasiva, sino que participa también en la actividad y en la vida del cuerpo, así en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, todo el cuerpo crece según la operación propia, de cada uno de sus miembros (EJ, 4,16).Y por cierto, es tanta la conexión y trabazón de los miembros en este Cuerpo (Cf. EJ, 4,16), que el miembro que no contribuye según su propia capacidad al aumento del cuerpo debe reputarse como inútil para la Iglesia y para sí mismo.
     En la Iglesia hay variedad de ministerios, pero unidad de misión. A los apóstoles y a sus sucesores les confirió Cristo el encargo de enseñar, de santificar y de regir en su mismo nombre y autoridad. Más también los laicos hechos partícipes del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, cumplen su cometido en la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en el mundo.
     En realidad, ejercen el apostolado con su trabajo para la evangelización y santificación de los hombres, y para la función y el desempeño de los negocios temporales, llevado a cabo con espíritu evangélico de forma que su laboriosidad en este aspecto sea un claro testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres. Pero siendo propio del estado de los laicos el vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, ellos son llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento. (DECRETO SOBRE EL APOSTOLADO DE LOS LAICOS, # 2).
3.- Momento del actuar o de las conclusiones.- (Es conveniente que cada quien se imponga algún propósito concreto y realizable, para que la reflexión no se quede en la mera teoría. Que cada quien escriba sus propósitos en su cuaderno).
1.-     Les sugerimos que repasen los pasajes bíblicos que hemos escuchado en este encuentro.
2.-     ¿Qué propósito saca cada uno de ustedes de este encuentro? Que sea un propósito sencillo posible de cumplir. Propóngase empezar a leer frecuentemente la Biblia.
3.-     Pueden ir practicando con sus hijos la escucha de la Palabra de Dios, como lo hizo Ana con su pequeño hijo Samuel, y como lo formó el sacerdote Elí.
4.-     Les pedimos que participen en la Misa dominical, ahí se proclama la Palabra de Dios solemnemente.

4. Hagamos oración.-
a) Preces.- Decir en forma de petición lo que los pasajes bíblicos nos han dicho. Todos respondemos: Te rogamos, Señor.
b) Se puede recitar la oración final.

5.- Avisos y canto final.- Dar el día y la hora del próximo encuentro. Entonar un canto sobre la Palabra.

3er. ENCUENTRO
PEDRO, UN DISCÍPULO FORMADO POR LA PALABRA DE CRISTO
 
0.- Ambientación e introducción.-
1.-      Crear un ambiente agradable entre los participantes para que todos se sientan bien desde el comienzo. Saludar a cada quien conforme vaya llegando y darle la bienvenida.
2.-      Canto inicial (algún canto sobre la Palabra).
3.-      Presentar el tema sobre el que vamos a reflexionar y vivir en este encuentro: contemplar a Simón Pedro como el discípulo de la Palabra de Jesucristo, para aprender nosotros a dejarnos formar por esa Palabra.
4.-      Pedirle a Jesús la luz de su Santo Espíritu para comprender su Palabra (Se puede recitar la oración inicial).
5.-      Puede ayudar tener a la vista alguna imagen o dibujo de Pedro en una cartulina como el que ilustra este tema. 

1.- Miramos nuestra vida.-
     Uno como sacerdote tiene contacto con muchas personas, cada una es un caso especial. Y con frecuencia se pregunta uno mismo si el tiempo que dedica al ministerio estará sirviendo de algo. Hace años recibí la visita de una mujer que me venía a comentar un problema económico. Su esposo estaba sin trabajo y uno de sus hijos le traía reporte de la escuela. En un principio yo pensé que me venía a pedir algún apoyo monetario. Pero no, sólo quería una orientación para el momento que estaba atravesando. Le pedí que alimentara su espiritualidad con lectura de la Biblia, con la misa dominical, con oración, porque eran cosas que no frecuentaba. Ya estando yo en otra parroquia, me encontré a esta mujer en un supermercado, y entre los saludos y la breve plática, me comentó que era catequista, ya no en el pueblo en que estuvimos, sino en la ciudad a donde se había mudado. Esto me llenó de alegría y rememoraba las palabras de Simón Pedro: "no hemos pescado nada, pero por tu palabra echaré las redes”.
1- ¿Han vivido alguna experiencia similar con sus hijos, parientes o amistades?
2- Comenten brevemente alguna experiencia.

2. Iluminamos nuestra vida con la Palabra de Dios.-
     Escuchemos Lucas 5,4-11.
     Así nos platica la comunidad del evangelista san Lucas la vocación de Simón Pedro y sus compañeros. Simón Pedro era un pescador experimentado y había trabajado toda la noche sin pescar nada. Jesucristo no era pescador, era carpintero de oficio, aún así, le manda a Simón que reme mar adentro para que echen sus redes para pescar. La respuesta de Simón es la respuesta del cristiano a la Palabra del Maestro: en tu palabra echaré las redes. El creyente no solamente emprende buenos proyectos y buenas acciones, sino que el verdadero creyente hace lo que el Maestro le indica mediante su palabra. Es la palabra, escuchada y reflexionada, la que cuenta, no los proyectos de uno.
     En ocasiones Pedro cerraba sus oídos y su entendimiento a la palabra de Jesús y pretendía tomar su propio camino. Jesucristo lo reprendía severamente a fin de que tomara su lugar de discípulo y no tomara el lugar del maestro. Leamos Mateo 16,21-23.
     La reprensión es tan severa que Jesucristo le llama satanás. Pero lo más importante es que Jesús le manda colocarse detrás de él que es el Maestro: colócate detrás de mí. Es el discípulo el que tiene que atender a la palabra del maestro y caminar detrás de su maestro. El verdadero discípulo no puede emprender su propio camino atenido a su propia palabra. Al leer este pasaje evangélico todos entendemos que Jesucristo nos llama a poner la palabra del Maestro por encima de nuestra palabra, a colocarnos a la escucha y a la obediencia de esa palabra.
     La escucha obediente de la palabra no se hace de una vez por todas. En Simón Pedro vemos que aún después de que Jesús ya había resucitado, él y el grupo tuvieron que renovar constantemente su decisión de abrirse a la palabra de Cristo y dejarse conducir por ella. Leamos Juan 21,1-8.
     Como vemos, san Juan el evangelista platica esta escena parecida a la de san Lucas, aunque ya después de que Jesucristo había resucitado. Estaban de nueva cuenta los discípulos reunidos a la orilla del mar. En esta escena como que se palpa el desánimo, la falta de entusiasmo del grupo. Por iniciativa de Pedro todos salen a pescar. Toda la noche echando las redes y nada. Lo único que sabían hacer antes de seguir a Jesús, era pescar, y ahora no les sale bien.
     Al amanecer Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Quizá el evangelista nos quiera decir que Jesucristo se les había descolocado del centro de su vida. Y precisamente es lo que había que hacer, ponerlo en el centro de sus trabajos, atender a su palabra antes de emprender alguna tarea. Y así sucede. Un hombre les grita desde la orilla: Muchachos, ¿no tienen pescado? Le contestaron: No. Él les dijo: Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán. ¿Nos damos cuenta cómo son las cosas? Mientras los discípulos se atienen a sí mismos, aunque sean pescadores de toda la vida, su trabajo se vuelve estéril. Pero una vez que se atienen a la Palabra del Maestro entonces su labor se vuelve eficaz. Así nosotros: todo nos saldrá mal, todo al revés, caemos en la desesperanza. Pero todo cambia cuando hacemos caso a la Palabra de Jesús.
     La fe y obediencia demuestra nuestro amor a Dios. Quien dice amar a Dios pero no le obedece en verdad no lo ama. Amar a Dios es obedecerlo en todo, la obediencia a medias es desobediencia. La fe y obediencia a las palabras de Cristo es mejor que la oración; pues quien no obedece a Cristo no puede orar al Padre en el nombre de su Hijo. La obediencia a las palabras de Cristo es mejor que salir a evangelizar; pues se evangeliza con más eficacia a través de los frutos del comportamiento que surgen de la obediencia a Cristo. Mientras le obedecemos en fe, nuestras vidas serán de su agrado. El cristiano obediente lleva mucho fruto y su obediencia glorifica a Dios. Hay otras razones importantes por las que debemos tener fe en la Palabra de Cristo y vivir en obediencia: Para glorificar a Dios, para recibir bendiciones, para dar testimonio a los incrédulos y ser un ejemplo para otros cristianos. El ser obedientes también nos permite ser llenos con el Espíritu Santo. La FE Y OBEDIENCIA a Dios no se necesitan comprender lo que Dios te está mandando a hacer, sino que simplemente HAZLO, hazlo porque Dios se manifestará en tu vida. No quieras comprender las cosas antes de hacerlas, HAZLAS porque Dios quiere FE y OBEDIENCIA DE TI, si Dios es quien ha puesto ese sentir en tu corazón o te ha dado un mandado, ¿Qué estás esperando para cumplido o llevado a cabo? Jn 21,19 Jesús lo dijo para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a Dios. Y añadió: «Sígueme.».
     La respuesta que el evangelista quiere dejarnos en el corazón de creyentes es la que Simón Pedro profirió después del discurso del Pan de vida. Leamos su aceptación radical de la palabra de Cristo en Juan 6,64-69. Repitamos: "tú tienes palabras de vida eterna”.

3.- Momento del actuar o de las conclusiones.- (Es conveniente que cada quien se imponga algún propósito concreto y realizable, para que la reflexión no se quede en la mera teoría. Que cada quien escriba sus propósitos en su cuaderno).
1.-     Les sugerimos que repasen los pasajes bíblicos que hemos escuchado en este encuentro.
2.-     ¿Qué propósito saca cada uno de ustedes de este encuentro? Que sea un propósito sencillo posible de cumplir. Propóngase empezar a leer frecuentemente la Biblia.
3.-     Pueden repasar las resistencias a la Palabra de Dios que cada uno de ustedes ha vivido, como le pasaba a Simón Pedro. Las resistencias se dan, pero lo importante es saberlas vencer.
4.-     Les pedimos que participen en la Misa dominical, ahí se proclama la Palabra de Dios solemnemente.

4. Hagamos oración.-
a) Preces.- Decir en forma de petición lo que los pasajes bíblicos nos han dicho. Todos respondemos: Te rogamos, Señor.
b) Se puede recitar la oración final.

5.- Avisos y canto final.- Dar el día y la hora del próximo encuentro. Entonar un canto sobre la Palabra.
 
4º ENCUENTRO
MARÍA ESCUCHA Y ACOGE LA PALABRA EN SU CORAZÓN
 
0.- Ambientación e introducción.-
1.-      Crear un ambiente agradable entre los participantes para que todos se sientan bien desde el comienzo. Saludar a cada quien conforme vaya llegando y darle la bienvenida.
2.-      Canto inicial (algún canto sobre la Palabra).
3.-      Presentar el tema sobre el que vamos a reflexionar y vivir en este encuentro: contemplar a María, cómo recibió con alegría la Palabra y se puso obedientemente al servicio de esa  Palabra de Dios.
4.-      Pedirle a Jesús la luz de su Santo Espíritu para comprender su Palabra (Se puede recitar la oración inicial).
5.-      Puede ayudar tener a la vista alguna imagen o dibujo de María en una cartulina como el que ilustra este tema. 

1.- Miramos nuestra vida.-
     La anunciación.- Una tarde de fuertes recuerdos, unos hombres aparecieron enfrente de mi casa, en una comunidad del campo, y papá salió a ver a quién buscaban. Platicó con ellos y los invitó a pasar a la casa. Eran tres hombres, se les veía cansados, estaban sucios, iban al "otro lado” a buscar trabajo. Mi madre les calentó sopa, café y sacó unos panes. Yo me les quedé mirando. Pasaron la noche en la galera y al siguiente día salieron muy temprano. Yo por primera vez sentí vergüenza de ser feliz, pero a partir de aquel momento mi vida tomó otro rumbo. Estoy seguro de haber recibido una palabra de Dios que me invitaba a salir de mí mismo. (Adaptado de "Los pobres me han evangelizado”, de José Bouchaud).
2. Iluminamos nuestra vida con la Palabra de Dios.-
     En nuestro repaso por la fila de creyentes que nos motivan a poner nuestra fe en la palabra de Dios, no podemos dejar de lado a la Santísima Virgen María: modelo supremo de esta fe, que escuchó la palabra de Dios, la acogió, creyó y por obra del Espíritu Santo encarnó al Verbo de Dios. Escuchemos en el evangelio este pasaje tan conocido de la anunciación: Lucas 1,26-38.
     Dice el evangelista que el ángel Gabriel fue enviado por Dios. Dios es el que siempre toma la iniciativa. Dios nuestro Padre tiene un plan de salvación para esta humanidad y escoge a personas muy determinadas para llevarlo adelante. En este caso encontró a una muchacha de un pueblito pobre y desconocido que se llamaba Nazaret. Le llamamos virgen porque no estaba viviendo en pareja con ningún muchacho, pero preferimos llamarle muchacha o jovencita porque así nos la presenta el evangelio, no en un nicho de iglesia o como una imagen colgada en la pared de nuestra sala, sino en una casita sencilla de la marginada Galilea, como una persona como cualquiera de nosotros.
     María seguramente estaba en oración, un ambiente propicio para escuchar el mensaje de Dios, tanto exterior como interior. Su corazón estaba dispuesto para recibir esa palabra de alegría que le traía el ángel: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Ella se turbó y no comprendía en principio este saludo, pero permaneció en la escucha del mensajero de Dios y gracias a su apertura, fue como Dios le reveló sus planes de salvación: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. El cumplimiento de la promesa por siglos anunciado: el regalo más grande que Dios nuestro Padre puede hacer a los hombres: La Encarnación del Hijo de Dios. La palabra de Dios ya estaba en el corazón de Nuestra Madre, conocía, amaba y estaba a la escucha de Dios, su vida pertenecía a Dios y al llegar la plenitud de los tiempos La Palabra se Encarna en ella.
     Y Dios se manifiesta en la vida de la Virgen María de una forma excepcional, única, que ella no comprende; pregunta y Dios responde a través de su mensajero: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. Al mismo tiempo Dios le revela la gracia y milagro de la maternidad de su prima Isabel y María cree y acepta ser la madre del Salvador expresando su amor, abandono, humildad, obediencia a la voluntad de Dios: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y en ese momento el Verbo Divino toma nuestra naturaleza humana para comunicarnos su naturaleza divina: Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros (Juan 1,14). María acepta participar de esta manera tan especial en la obra de salvación, asumiendo todo lo que implica, poniendo su fe y su confianza plena en Aquel que todo lo puede.
     Situándose en la línea de los auténticos creyentes, María abre su corazón, inspirapda por el Espíritu Santo, para alabar y bendecir a Dios, no sólo porque la había elegido a ella para este papel tan grande, sino por toda la obra de la salvación a favor de todo su pueblo. Leamos primero, y recitemos después este cántico tan bello que proclamó María en la visita de su pariente Isabel: Lucas 1,46-55. Es un cántico de fe y de escucha de la Palabra. Fe gozosa en esa Palabra de Dios que está por realizar sus planes de salvación, planes que ha venido realizando desde antiguo.
     La Santísima Virgen María se confió totalmente a Dios y creyó absolutamente todo lo que Él le dijo y mereció ser la madre del Salvador, no únicamente por haberlo concebido, sino porque en ella se cumplieron totalmente las palabras de Jesús: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen (Lucas 8,21).
     Sólo desde este amor y cercanía de Dios, en la escucha de su palabra pudo permanecer fiel hasta el calvario y ser la corredentora, que ofreciendo su vida a Dios, ofrece y nos ofrece al que es la Vida.
     Leamos Lucas 2,49-51. María escuchaba las palabras de su hijo Jesús, y si no las alcanzaba a comprender bien de momento, las guardaba cuidadosamente en su corazón para irlas entendiendo poco a poco.

3.- Momento del actuar o de las conclusiones.- (Es conveniente que cada quien se imponga algún propósito concreto y realizable, para que la reflexión no se quede en la mera teoría. Que cada quien escriba sus propósitos en su cuaderno).
1.        Les sugerimos que repasen los pasajes bíblicos que hemos escuchado en este encuentro.
2.        Como María: - Dispón tu corazón para escuchar la Palabra de Dios en la Biblia y experimentar su amor. - Permanece en esa escucha y diálogo aunque no comprendas todo. - Acoge su Palabra con amor y déjate conducir por su Santo Espíritu. - Da una respuesta de fe en la situación concreta que estás viviendo: - Sé testigo del amor de Dios para el mundo.
3.        El escuchar y acoger la palabra de Dios no ha de ser ocasional, sino un acto cotidiano en nuestra vida, ha de ser una expresión de amor del hijo, de la hija, con su Padre; y desde esta escucha y contemplación acoger los acontecimientos en donde Dios nos habla y se manifiesta. ¿qué voces estás escuchando? ¿la voz del mundo o la Palabra de Dios?
4.        Los invitamos a participar en la procesión de clausura del mes de la Biblia.

4. Hagamos oración.-
a) Preces.- Decir en forma de petición lo que los pasajes bíblicos nos han dicho. Todos respondemos: Te rogamos, Señor.
b) Se puede recitar la oración final.

5.- Avisos y canto final.- Dar el día y la hora del próximo encuentro. Entonar un canto sobre la Palabra.
 
5º ENCUENTRO
LA FE SEGÚN LA PALABRA DE CRISTO
 
0.- Ambientación e introducción.-
1.-      Crear un ambiente agradable entre los participantes para que todos se sientan bien desde el comienzo. Saludar a cada quien conforme vaya llegando y darle la bienvenida.
2.-      Canto inicial (algún canto sobre la Palabra).
3.-      Presentar el tema sobre el que vamos a reflexionar y vivir en este encuentro: contemplar a Jesucristo que mediante su Palabra va formando la fe de sus discípulos.
4.-      Pedirle a Jesús la luz de su Santo Espíritu para comprender su Palabra (Se puede recitar la oración inicial).
5.-      Puede ayudar tener a la vista alguna imagen o dibujo de Jesucristo en una cartulina como el que ilustra este tema.
 
1.- Miramos nuestra vida.-
     "Rosita” (nombre ficticio para ocultar su identidad) es una chica que conoció a un muchacho mediante las redes sociales. Ella tiene su trabajo como secretaria, con un sueldo bajo. Ambos empezaron a relacionarse por medio de la computadora hasta que en un momento él le ofreció matrimonio. Nunca se conocieron ni trataron físicamente. Este muchacho le pidió un dinero por transferencia electrónica para empezar a hacer trámites para llevársela a Estados Unidos y ella accedió a mandárselo. A partir de entonces ella ya no volvió a saber de él. Fue entonces que se dio cuenta que había sido una de tantas engañadas por los nuevos medios de comunicación. Creyó ingenuamente en una persona carente de crédito.
1.        ¿Qué significa la palabra creer en el común de la gente?
2.        ¿En qué o en quiénes tienen ustedes puesta su fe?
3.        ¿Qué tanto conoce cada uno de ustedes la Biblia? ¿Han leído un evangelio completo?

2. Iluminamos nuestra vida cristiana con la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia.-
     Los católicos utilizamos la palabra "fe” o "creyente” con mucha facilidad. Por ejemplo, hay algunos que tratan de justificar su poca práctica religiosa diciendo: yo no soy católico, nada más creyente. También escuchamos con frecuencia que se dice: yo no voy a misa, pero creo en Dios, en Cristo, en la virgen y en los santos. Por otro lado, hay gente que le da un cierto sentido mágico y de interés personal: el que piensa que se va a sacar el premio mayor porque tiene mucha fe. O cuántas personas nos encontramos que expresan con toda legitimidad: tengo mucha fe en fulano santo que me va a conceder la salud de mi hijo. Más aún, hay personas que se valen de la credulidad de la gente para sacar beneficio personal.
     Leamos Juan 5,37-47.-
     La palabra fe y el verbo creer aparecen muchas veces en la Biblia. Nada más en el evangelio según san Juan aparece casi 100 veces el verbo creer. Sería bueno que alguna vez se dieran la oportunidad de recorrer todo el evangelio de san Juan para fijarse en cada una de esas veces en que aparece el verbo creer, en cualquiera de sus tiempos. Nuestro Señor Jesucristo llama a las personas a creer en él. Fe y creer pueden tener diversos significados. ¿A qué clase de fe es a la que nos convoca Jesucristo?
     El verbo creer se utiliza en nuestro lenguaje muchas veces como un no estar seguro o tener duda. Así decimos por ejemplo: "creo que la reunión va ser a las 7 de la tarde, pero no estoy seguro”. Así es que no es lo mismo decir "creo en”, que "creo que”.
     El verbo creer se utiliza también en un sentido mágico o materialista: "yo creo que me voy a sacar el premio de la lotería, lo creo tan intensamente que así tiene que ser”. En estos casos la gente muchas veces se desanima  porque las cosas no se dan como se las había creído. Generalmente creen para sus intereses personales, no para el bien común o la salvación del mundo.
     El verbo creer se utiliza también en un sentido completamente ajeno y distante de la verdadera fe. Por eso se dan en nuestra sociedad tantos fraudes, estafas, mentiras y engaños. Llega alguien diciendo que le urge cambiar un cheque de mil pesos, y le pide a la persona que le dé nada más 800 por el favor, y a la persona se le van los ojos pensando que se va a ganar 200 pesos en un instante, pero luego se da cuenta que el cheque era falso. ¿Por qué se dan tanto los engaños entre nosotros? No porque seamos creyentes, sino porque somos muy crédulos.
      A veces sale en las noticias o en los comentarios de la gente en la calle que está anunciada alguna desgracia o catástrofe, y hay personas que se la creen ingenuamente, sin analizar, sin reflexionar, y se llenan de pánico. Por estas gentes tan ingenuas o crédulas, es por lo que han surgido tantos movimientos religiosos engañando a tantas personas, que en casos extremos hasta el suicidio los han conducido.
     Contra esta credulidad nos advierte nuestro Señor Jesucristo. Lean Marcos 13,5-7. Así es que la verdadera fe no es credulidad ni ingenuidad, sino todo lo contrario, es una fe bien formada, una fe crítica, una fe de ojos abiertos.
     Leamos Juan 20,30-31.- Éste es el propósito de todo el evangelio, dar testimonio de Jesús para que todos crean en él, y para que creyendo, tengan vida. Cada uno de los milagros que Jesucristo realizaba, los hacía con esa finalidad, que creyeran en su persona, que creyeran en su Padre, que creyeran en su Palabra, que creyeran en el proyecto de vida de Dios que lleva el nombre de Reino. Todo junto es creer en Jesús. No se trata, como a veces tantos católicos lo viven en su indiferencia religiosa, de creer como un mero acto mental, algo así como esto: "yo creo que Jesucristo sí curó a muchos enfermos”, "creo que Jesucristo sí existió”, "creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”, "creo que Jesucristo murió y resucitó”. Pero todo esto se queda solamente en la mente. Uno tiene que preguntarse ¿qué consecuencias me trae el creer en todo eso? Si el creer me trae a mí consecuencias, y me pide un compromiso de vida, entonces mi fe sí es verdadera. Por ejemplo los mártires, ellos son los primeros y más grandes creyentes de la Iglesia, porque con su vida dieron testimonio de su fe en Jesucristo. Y al contrario, una persona que ni siquiera se siente movida a ir a misa los domingos, a predicar el evangelio a otros, o a hablarle de Jesús a los demás, entonces ¿qué clase de fe es esa?
     Leamos Juan 3,16-21.- ¿En qué consiste creer en Jesús de manera que esta fe sea la vida eterna para los que crean? Creer en Jesucristo implica creer en su Persona, en su Palabra, en su proyecto de vida para este mundo. Creer en Jesucristo implica comprometerse con su obra, comprometer la propia persona en la obra de Jesucristo y su Padre, dedicar tiempo a esa obra, dedicar energías a esa obra que está expresada en los santos evangelios. Para creer en Jesús es necesario e indispensable estudiar los santos evangelios. Quien no estudia la Palabra de Jesús, no puede considerarse un verdadero creyente.
     La fe es pues confianza en una persona, en este sentido es abandonarse plenamente en Dios y en su santa voluntad.
     La fe es comprometerse con el Reino de Dios. Quien cree en Dios, necesariamente cree en su Reino, un reino de vida, de amor, de fraternidad, de justicia. Quien no está comprometido con ese reino, en realidad no es creyente. Comprometerse quiere decir que yo estoy dispuesto a trabajar, a dedicar mi tiempo para que el reino de Dios sea posible en este mundo para todos.
     La fe es mirar las cosas, las personas y las realidades con los ojos de Jesucristo. Así como veía Jesús al mundo, con optimismo, con esperanza, con entrega de sí mismo, así las mira el creyente.
     La fe es obediencia a una Persona, a la palabra de esa Persona. No tiene sentido que alguien diga que le tiene mucha fe a fulano doctor si nunca sigue sus recetas y prescripciones. De la misma manera no tiene sentido decir que alguien cree en Jesucristo si no conoce su Palabra y no la obedece. "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen”  (Lucas 8,21).
     Creer en Jesús es abrir el corazón a su palabra de amor que salva, y corresponderle de la misma manera. Por eso nos enseñó lo siguiente: vean Juan 15,9-10.
     La fe es dejarse conducir al interior del misterio de Dios. Los pensamientos y planes de Dios no los alcanza a comprender nuestra pobre mente y nuestro pobre corazón, por eso decimos que Dios es un misterio insondable. Pero por medio de la fe podemos entrar en esos planes, porque Dios, mediante su Santo Espíritu y por medio de la Palabra de Jesucristo, es el que nos va conduciendo de la mano por esos misterios, con toda obediencia de nuestra parte, con toda docilidad. Estos son los verdaderos creyentes.

3.- Momento del actuar o de las conclusiones.- (Es conveniente que cada quien se imponga algún propósito concreto y realizable, para que la reflexión no se quede en la mera teoría. Que cada quien escriba sus propósitos en su cuaderno).
1.-     Les sugerimos que repasen en su casa los pasajes evangélicos que hemos visto en este tema.
2.-     ¿Qué propósito saca cada uno de ustedes de este encuentro? Que sea un propósito sencillo posible de cumplir. Propóngase empezar a leer frecuentemente la Biblia.
3.-     Participen en las celebraciones el mes de la Biblia.
4.-     Esperamos que ustedes se conviertan en estudiosos de la Palabra de Dios y en apóstoles de la Palabra.

4. Hagamos oración.-
a) Preces.- Decir en forma de petición lo que los pasajes bíblicos nos han dicho. Todos respondemos: Te rogamos, Señor.
b) Se puede recitar la oración final.

5.- Avisos y canto final.- Dar las gracias por la participación en estos encuentros e invitarlos a seguirse reuniendo en grupo para el estudio de la Biblia, sólo así podremos llegar a tener católicos verdaderamente creyentes. Entonar un canto final.
 
Pbro. Carlos Pérez B. y equipo de la Pastoral Bíblica.
 

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