Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
AUMÉNTANOS LA FE
Comentario al evangelio del domingo 27º ordinario, 6 de octubre del 2013
Lucas 17,5-10.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     "Auméntanos la fe”. Esta petición de los apóstoles es la súplica de toda la Iglesia en este año de la fe que estamos celebrando. ¿Es de veras la súplica de toda nuestra gente? Como que no hemos trabajado a toda la población católica y nos hemos quedado en círculos estrechos, como siempre. Al menos preguntémonos nosotros: ¿es parte integrante de nuestra oración pedirle al Señor que nos aumente la fe? ¿Cuántas cosas podríamos hacer si tuviéramos al menos una poquita fe? Fe en Dios, fe en nuestros hermanos, fe en nosotros mismos.

     La respuesta de Jesucristo parece invitarnos a una fe mágica: "le dirían a un árbol frondoso (o a un monte, como leemos en Mateo 17 o Marcos 11) "arráncate de raíz y plántate en el mar. Y los obedecería”.

     ¿A cual fe nos convoca Jesucristo? Es preciso ver su vida y su ministerio. ¿Cómo vivió él la fe y la confianza?

     Para empezar, digamos que Jesucristo no se dedicó a arrancar árboles de raíz o a trasladar montes, ni a hacer otra clase de prodigios que sólo llaman la atención. Sus milagros son más bien obras de misericordia para con los enfermos y los pobres. Ni siquiera quiso decirle a una piedra que se convirtiera en pan, siendo que tenía 40 días sin comer. Por eso sus palabras sobre el granito de mostaza y del árbol frondoso hay que tomarlas en este caso como una parábola, un lenguaje figurado con un mensaje profundo. Con el fondo debemos quedarnos. Nosotros nos referimos también al poder de la fe usando la misma comparación: la fe mueve montañas.

     Tampoco creamos que Jesucristo nos convoca a una fe doctrinaria, académica, teórica, dogmática, teológica. ¿Es esta la fe que Jesucristo vivió? No. Jesucristo no nos enseñó a recitar el credo o el catecismo de la Iglesia católica. No se preocupó en formar a sus discípulos en ese aspecto, al menos no fue su prioridad.

     ¿Cuál fe vivió Jesucristo? La plena confianza en Dios Padre, en su proyecto del reino, en sus planes de salvación de esta humanidad, una fe y una confianza que él vivió hasta el grado de la entrega de la vida, como después lo harían sus seguidores los mártires. Jesucristo necesitó mucha fe también en esta pobre humanidad que parece no tener remedio. Jesucristo tuvo fe en el hombre. Más aún, la fe y la confianza de Jesucristo se hace más palpable al encarnarse en la pobreza, y tomar el camino de la humildad, no el del poder y la grandeza, sino el del despojo de sí mismo y del despoder. Ésta sí que es fe de la buena.

     La fe es obediencia, lo vemos claramente en la persona de Jesucristo. Para muchos católicos la fe es meramente un acto mental: creer en la existencia de Dios, pero no tener relación alguna con él y con su Palabra. Por eso se limitan a una que otra devoción y con eso se sienten perfectamente católicos y cristianos. Pero Jesucristo nuestro Señor practicó la fe como obediencia radical al Padre. Por eso nos ofrece enseguida la comparación o parábola del siervo. Así como lo describe Jesús, así mismo lo vivió él: "cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’ ”.

     ¿Qué quiere decir esto? Que cuando cumplamos la voluntad de Dios (que es muy diferente a vivir nuestra fe en la intimidad de nuestra mente), cuando nos demos tiempo para estar en Misa, cuando visitemos enfermos, cuando demos catecismo, o sirvamos a la Iglesia o a la sociedad como un ejercicio de nuestra fe, no pensemos que Dios va a quedar en deuda con nosotros, o que al menos deberá quedarnos sumamente agradecido por tantas cosas que hacemos. No, de ninguna manera. Cuando hayamos entregado todo nuestro tiempo a Dios, entonces debemos decir con todo convencimiento: "no somos más que siervos inútiles, sólo hicimos lo que Dios nos mandó”.

 
 

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