Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
JESUCRISTO, LA BUENA NOTICIA UNIVERSAL
Comentario al evangelio del domingo 4 enero 2015, Mateo 2,1-12.
La Epifanía del Señor
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     La palabra epifanía, una palabra griega, quiere decir "manifestación”. Lo que propiamente celebramos hoy es la manifestación del Hijo de Dios hecho carne a los pueblos paganos, es decir, a los pueblos que no son judíos. Nosotros no lo alcanzamos a apreciar hoy en día como los cristianos de los tiempos de san Mateo. Hasta la llegada de Jesucristo a este mundo, los judíos vivían en la convicción de que eran el pueblo elegido por Dios, el pueblo de su propiedad. Muchos judíos pensaban que Dios estaba solamente con ellos.
  
     Pero esto se rompió con Jesucristo. Él vino a universalizar la fe en el Dios verdadero; o diríamos en terminología actual, vino a globalizar la religión. San Pablo, que era de origen judío y que había sido fuertemente fanático de su religión judía, entendió esta apertura del cristianismo y lo expresa con estas palabras: "ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3,28). De modo que tendremos que decir y vivir hondamente que Jesucristo es para todos, Dios Padre y su Santo Espíritu es para todos, la Iglesia es universal. Sí tendremos que hacer alguna precisión que no es excluyente sino incluyente: Jesucristo es para todos a partir de los pobres y excluidos, de los pequeños y los más débiles. Esto también es universal y universalista, porque todos estamos invitados a volvernos hacia los más pobres, de esta opción o vocación nadie está excluido, ni siquiera los pobres.
 
     Recordemos que es san Lucas el que nos habla de la convocatoria del ángel a los pastores de los campos de Belén, es san Lucas el que nos habla del pesebre. En cambio, san Mateo es el único de los cuatro evangelistas que nos presenta a los magos del oriente. No dice san Mateo que fueran reyes, ni que fuera tres. Sólo nos dice que "unos magos del oriente llegaron entonces a Jerusalén”. Quizá se piense que eran tres por los dones que traían.
 
     En esta escena aparecen varios personajes: los magos, Herodes, los habitantes de Jerusalén, los sumos sacerdotes y escribas. Cada uno tiene su propia reacción y comportamiento. En ellos nos vemos reflejados también nosotros. Los magos vinieron de lejos a adorar al rey de los judíos que había nacido. Herodes se sobresaltó mucho porque todos los que están encaramados en el poder se sienten muy frágiles. Aman su poder pero saben que sólo se pueden sostener en él a base de engaño, de violencia y hasta de muerte. Todo esto realiza el rey Herodes.
 
     La población de Jerusalén se estremece ante la llegada y la pregunta de estos magos del oriente, pero como se sienten seguros de su templo y de su ley, la ley de Moisés, pues no se movilizan para buscar al Mesías, porque sienten que no lo necesitan, se quedan inmóviles en sus vidas y en su religiosidad. Los sumos sacerdotes y los escribas sabían por las profecías antiguas dónde tenía que nacer el Mesías, pero se quedan en su saber, su conocimiento de las sagradas Escrituras no es capaz de moverlos, como a tantos católicos que se sienten seguros en sus creencias o sus hábitos religiosos pero no buscan a Jesús.
 
     La mención que hace este evangelista del nacimiento de Jesús, es sumamente breve, no nos habla de detalles de este acontecimiento tan grande para la historia de la humanidad. Lo que a san Mateo le interesa es el acto de adoración de los magos. El verbo "adorar” que utiliza el evangelista aquí, es el mismo verbo que utiliza Jesucristo cuando afirma ante el diablo, en el desierto, que sólo ante Dios hay que postrarse, o doblegarse.
 
     Esta fiesta de la epifanía del Señor nos debe mover también a nosotros, a todos los católicos, pero sobre todo a las autoridades eclesiásticas, a buscar y a abrirnos a lo más auténtico del Evangelio de Jesucristo. Porque lo universal es su buena noticia del amor de Dios y de la salvación para este mundo. Lo que no es universal es nuestra religiosidad, que adquiere múltiples formas; nuestra manera de pensar nuestra fe, esa manera de pensar ha cambiado mucho con el tiempo, sobre todo por los conocimientos científicos actuales; nuestra liturgia, que está anclada en determinados tiempos y culturas; así como el judaísmo no es lo universal, así tampoco el europeísmo, o el americanismo. Nosotros tenemos que llevarle al mundo a Jesucristo, la persona universal, con su mensaje de liberación de toda esclavitud, con su mensaje del amor de Dios como la vocación de todo ser humano y cultura.
 
     Frente a Jesucristo también nosotros nos postramos para adorarlo.
 

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