Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
EL JARDÍN TECHADO
 

Nuestras relaciones nos definen.
Con el paso de los años, sólo seriamos más viejos,
sino fuera por dos cosas: los libros que leemos
y la gente con la que nos relacionamos.
Ésto es lo que le da forma y esencia a nuestra vida.
Las personas que elegimos para compartir nuestro tiempo,
casarnos o asociarnos, son una muestra
de lo que pensamos de nosotros mismos,
de nuestros valores y del lugar que ocupamos en el mundo.

Hay varios tipos de relaciones: algunas nos nutren,
nos confortan y suplen nuestras carencias.
Otras nos divierten, nos inspiran, nos retan y nos hacen crecer.
Otras quizá, nos hacen daño al sabotear nuestro crecimiento
o minar nuestro autoestima.
Por supuesto, estas últimas,
tendríamos que cortarlas por lo sano.

Sin embargo, en cualquier relación puede rondar una que otra amenaza
que impide que los lazos se profundicen y fortalezcan.
Una de las amenazas, la representa muy bien el cuento
de aquel señor que, después de haber sembrado su jardín
con árboles frutales y bellas flores junto al río,
se sentaba orgulloso en su terraza para disfrutar de su obra.
De pronto, ve que un niño seguido por un perro
pisa sus flores al perseguir una pelota.
Enojado, decide construir una pequeña reja para evitar el paso.
Satisfecho, se sienta para disfrutar de su hermoso jardín,
ahora sí sin peligro.
Al rato, ve que un venado asoma la cabeza
para morder las hojas verdes de su jardín.
Enfurecido, decide elevar más la reja para impedirlo.
Cuando se disponía a sentarse una vez más,
observa cuando se detiene una manada de pájaros
para comerse sus manzanas.
Furioso, decide techar el jardín
para que nada ni nadie lo maltrate.
Cuando saca su silla y ve aquel cuarto oscuro sin vida,
sin los niños, sin el sonido del agua,
sin la vista de los pájaros y de los animales,
se da cuenta de su soledad y decide tirar todo,
para que una vez más, otros lo visiten y disfruten del jardín.
Esta es una amenaza que ronda cualquier relación:
el egoísmo que nos impide compartir libremente
lo mejor que tenemos y exigir que el otro
sea, piense y actúe como nosotros queremos.
Lo irónico es que una vez que logramos tener relaciones valiosas,
con frecuencia las descuidamos.

Como dice Milan Kundera: "La velocidad crea el olvido".
El tiempo pasa tan rápido que la ilusión nos hace pensar
que estamos cerca de alguien
con quien hace mucho no nos hemos comunicado,
ni siquiera por escrito.
Te puedo garantizar algo, esa relación no se ha fortalecido.
La ausencia no fortalece una relación, la debilita.
O peor aún, tenemos relaciones
en las cuales estamos presentes, pero en realidad,
estamos ausentes y distantes.
Olvidamos con facilidad que la calidad de nuestra existencia
humana se cimienta en nuestras relaciones.
O, ¿acaso podemos ser felices solos?

Convendría recordar tres puntos que mantienen y fortalecen una relación:

EL COMPROMISO MUTUO:
Sin importar la vía, hay que mantenerse en contacto.
Puede ser frente a frente, por teléfono, por carta o por correo electrónico.
Si sólo procuras una amistad, seguramente la relación durará poco.
¿Te ha pasado que necia e inocentemente, invitas a alguien
o lo buscas por teléfono y la otra persona no te responde?
¿O, tal vez somos nosotros los que en lo acelerado de la vida,
con soberbia, nos sentimos autosuficientes
y ni siquiera nos damos cuenta de ello?.

LA COMUNICACIÓN ABIERTA Y SINCERA
A veces nos da miedo abrirnos.
Pensamos que, entre menos información demos
y menos emociones mostremos, más a salvo nos encontramos.
Es al revés. Al abrirnos, transformamos
un mero intercambio de información,
en una enriquecedora relación.

ENTENDER Y ACORDAR LO QUE ESPERAMOS DEL OTRO
Es importante hablar y decir lo que esperamos del otro.
Es importante hablar y decir lo que esperamos uno del otro
para aumentar las probabilidades de que nuestras expectativas se cumplan.
Nunca es tarde. Cada día nos ofrece la perfecta oportunidad
de retomar aquellas relaciones que,
por alguna razón, hemos descuidado.

Si en cinco años, no queremos ser más viejos,
leamos buenos libros y, sobre todo, compartamos nuestro jardín.
Como dice la Madre Teresa:
"Lo más valioso no es lo que tenemos en vida,
sino a quiénes tenemos en nuestras vidas".
 

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