Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
EL VELO EN LAS MUJERES
V. 11 septiembre 2015
Carlos Pérez Barrera, pbro.
 
 
     Nosotros le insistimos a toda nuestra gente que lean la Biblia. Pero la verdad es que tenemos que enseñarle también cómo leerla. La voluntad de Dios no se puede sacar de un versículo o de un pasaje aislado. Es necesario leer la Sagrada Escritura de manera integral, sobre todo a partir de las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. Enseguida les ofrezco un ejemplo de este tipo de lectura:
 
Hace más de cincuenta años se obligaba a nuestras mujeres a cubrir su cabeza con un velo, pañoleta o chal; había párrocos que incluso regañaban a las pobres mujeres si no se cubrían completamente el pelo con esa prenda y hasta les jalaban la pañoleta. La razón de esto era doble: por un lado así se entendían las palabras de la Biblia, al pie de la letra; lo que escribió san Pablo. Y por otro lado, era también la mentalidad antisexualista de aquellos tiempos, que rayaba en ocasiones en la misoginia. El concilio Vaticano II vino a cambiar esa óptica y esa costumbre.

Ahora que se presenta la ocasión quisiera hacer con ustedes este ejercicio de escucha de la Palabra más allá de la letra, con el espíritu de la madurez que nos ha enseñado nuestro Maestro. Y así aprendamos a leer y tratar de entender y acoger la voluntad de Dios más allá de las palabras.

Esto es lo que escuchamos en una de las cartas de san Pablo:

Los alabo porque en todas las cosas se acuerdan de mí y conservan las tradiciones tal como se las he transmitido. Sin embargo, quiero que sepan que la cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la mujer es el hombre; y la cabeza de Cristo es Dios. Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta a su cabeza. Y toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta a su cabeza; es como si estuviera rapada. Por tanto, si una mujer no se cubre la cabeza, que se corte el pelo. Y si es afrentoso para una mujer cortarse el pelo o raparse, ¡que se cubra! El hombre no debe cubrirse la cabeza, pues es imagen y reflejo de Dios; pero la mujer es reflejo del hombre. En efecto, no procede el hombre de la mujer, sino la mujer del hombre. Ni fue creado el hombre por razón de la mujer, sino la mujer por razón del hombre. He ahí por qué debe llevar la mujer sobre la cabeza una señal de sujeción por razón de los ángeles. Por lo demás, ni la mujer sin el hombre, ni el hombre sin la mujer, en el Señor. Porque si la mujer procede del hombre, el hombre, a su vez, nace mediante la mujer. Y todo proviene de Dios. Juzgad por ustedes mismos. ¿Está bien que la mujer ore a Dios con la cabeza descubierta? ¿No les enseña la misma naturaleza que es una afrenta para el hombre la cabellera, mientras es una gloria para la mujer la cabellera? En efecto, la cabellera le ha sido dada a modo de velo. De todos modos, si alguien quiere discutir, no es ésa nuestra costumbre ni la de las Iglesias de Dios. (1 Corintios 11,2-16).

Al leer la sagrada Escritura nosotros debemos distinguir entre la voluntad de Dios y la cultura o las costumbres de aquellos tiempos. Lo que es cultura y conocimientos humanos de los hebreos, de los griegos y romanos, o ahora de los europeos, nada de eso debe imponerse a los demás como si esa cultura o costumbres fueran de origen divino y no meramente creación humana.

En primer lugar dice san Pablo en el versículo 2 claramente: "conservan las tradiciones”. Con esto nos da a entender que no se trata de la voluntad de Dios, sino de tradiciones. ¿Y qué enseña nuestro Señor Jesucristo sobre las tradiciones humanas? Que no deben sobreponerse a la voluntad de Dios. Si hay un valor superior, hay que dejar de lado una determinada costumbre: "En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres. Dejando el precepto de Dios, se aferran a la tradición de los hombres”. (Marcos 7,7-9). Pero luego termina san Pablo diciendo en el v. 16: "si alguien quiere discutir”. Está diciendo que esa enseñanza es discutible, que no es Palabra del Señor, aunque él no la quiera discutir en ese momento.

San Pablo está hablando desde la cultura greco romana en la que él se movía. En otras cartas suyas nos transmite también la mentalidad de aquella cultura. Por ejemplo: "Sean sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo”.  (Efesios 5,21-24).

¿Es la mujer un ser inferior al varón? ¿Es voluntad de Dios que las mujeres se sometan a sus maridos en todo? Nosotros decimos que no. Muy bien podrían ser las cosas al revés en nuestros tiempos, porque en muchos casos sería mejor que los maridos se sometieran a sus mujeres, porque ellas gozan de más juicio.

San Pablo, versículos más adelante en esta carta a los efesios dice: "Esclavos, obedezcan a sus amos de este mundo con respeto y temor, con sencillez de corazón, como a Cristo”.  (Efesios 6,5). En nuestros tiempos modernos es inaceptable la esclavitud de las personas ante los hombres. En nuestra constitución mexicana está abolida y prohibida completamente cualquier forma de esclavitud. ¿La Palabra de Dios nos está diciendo que la esclavitud ante los hombres es buena y debemos sostenerla? Nadie hay que acoja las palabras de san Pablo en ese sentido, sino como cosa de su tiempo.

El velo era una señal de sometimiento de la mujer al hombre. Si fuera una señal de sometimiento de los seres humanos ante Dios, entonces todos nos cubriríamos la cabeza, hombres y mujeres, como se hace en las culturas orientales. Por ejemplo los judíos varones utilizan el kipá, que se parece al solideo de nuestros obispos, o el talit, que es un manto que cubre la cabeza hasta los hombros, y conocemos imágenes que nos presentan así a Jesucristo en su tiempo. Repito, lo usan los varones como símbolo de humildad ante Dios. En la televisión hemos visto imágenes de cómo los musulmanes varones también se cubren la cabeza, en señal de sometimiento a Dios. En el mundo greco romano no se tenían esas costumbres porque no profesaban la obediencia ante ninguno de sus dioses; incluso los hombres llevaban el pelo corto, y esas costumbres las refleja san Pablo en el v. 4, pero son cosas de su cultura.

En nuestros tiempos nosotros profesamos la igualdad de hombres y mujeres como un valor de Dios, no de los hombres: somos diferentes en nuestra sexualidad, pero somos iguales en dignidad, en derechos, en oportunidades. En todo caso, tiene más valor de Palabra de Dios lo que san Pablo dice en otra carta: "ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús”.  (Gálatas 3,28).

En conclusión: YO NO QUISIERA QUE LOS HOMBRES IMPUSIÉRAMOS EL VELO SOBRE LAS MUJERES, porque caeríamos en los fundamentalismos de algunas religiones que continúan considerando que las mujeres valen menos, si no es que nada, y por eso les imponen el hiyab, el chador o la burka. Hace unos días leíamos en las noticias que en Irán van a ser confiscados los automóviles que transporten a una mujer con la cabeza descubierta, esto porque no quieren que ni siquiera a bordo de un auto aprovechen las mujeres para descansar de esa prenda.

A mí personalmente me parece que damos una mejor imagen al mundo de que en la Iglesia vivimos los valores de igualdad, de libertad, de respeto a Dios y de respeto a nuestros prójimos, si todos acudimos al templo con la cabeza descubierta, porque no somos esclavos de los hombres sino libres: "Para ser libres nos libertó Cristo. Manténganse, pues, firmes y no se dejen oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud”.  (Gálatas 5,1);  "Si se mantienen en mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. (Juan 8,31-32).

 

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