Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
VEN Y SÍGUEME
Comentario al evangelio del domingo 28º del tiempo ordinario
11 octubre 2015
Marcos 10,17-30.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
Texto evangélico:
 
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre”. Entonces él le contestó: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven”. Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: "Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios”. Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: "Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: "Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible”. Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte”. Jesús le respondió: "Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna”.
Comentario:
 
     La pregunta que le hace este hombre (en Mateo se trata de un joven) que se acerca corriendo a Jesús es la pregunta de todos nosotros. ¿Acaso no queremos entrar en la vida eterna? ¿Quién se quiere ir al infierno? Hasta los no creyentes quisieran encontrar de cualquier manera el elixir de la eterna juventud. Todo este mundo quiere una vida plena, una verdadera vida, una vida que valga la pena vivirse, la vida eterna, la vida de Dios. Hagámonos también nosotros esta pregunta tan importante.
 
     Jesucristo primero le repasa a este hombre los mandamientos de la ley de Moisés, pero sólo los que se refieren al prójimo. Curiosamente no menciona los tres primeros: el amor a Dios, el no jurar su nombre, la santificación del sábado.
 
     Por lo visto, este hombre es un judío practicante, honesto en cuanto a la religiosidad de su pueblo, dentro de esa mentalidad. Y Jesús lo mira con amor. Esta es una nota exclusiva de san Marcos. Es la mirada de Jesucristo, una mirada que sale siempre del corazón. El amor es el que llama con profundidad. Jesús siente amor por cada persona así como compasión por las multitudes. Así nos mira Jesús a todos: a los católicos que cumplen con los mandamientos, tanto los de Dios como los de la Iglesia: los que vienen a Misa los domingos, los que no matan, no roban, no cometen adulterio, no levantan falsos. Hay que alegrarnos por estas personas. Así mira también Jesús a los que no lo quieren seguir, que prefieren irse detrás de las riquezas, de las diversiones, de las comodidades. Sabemos que Jesús mira con amor a todos los pecadores, por eso vino a salvarlos.
 
     Sin embargo, a este hombre que cumplía los mandamientos, le dice Jesús: "una cosa te falta”. Esto quiere decir que nadie se puede quedar en el sólo cumplimiento de los mandamientos. Nuestra Iglesia nos lo repite con cierta frecuencia: el cristianismo no consiste en un código de leyes a cumplir o de dogmas a creer, sino en el encuentro con una Persona, Jesucristo.
 
     La comunidad evangélica de san Mateo nos ofrece esta versión: en lugar de decir Jesús "una cosa te falta", dice "si quieres ser perfecto". Esta versión dio pie a que hiciéramos distinciones entre los cristianos, los de primera y los de segunda, los que quieren dejar todo, y los que sólo quieren cumplir los mandamientos. Nada más falso en el pensamiento de Jesús. La distinción que hace San Mateo se refiere más bien a los judíos de aquel tiempo y a los cristianos. El cristianismo es la perfección del seguimiento de Jesús, la perfección de la fe en el verdadero Dios. En Mateo 5,48 Jesús nos llama a todos: "sean perfectos como es perfecto su Padre celestial".
 
     Exactamente ahí quiere llegar Jesús. A nosotros nos puede parecer muy difícil cumplir con esa exigencia de Jesús, vender todos los bienes y dar el dinero a los pobres para tener un tesoro en el cielo. No pasemos por alto esta exigencia de Jesús. Por muy difícil e inalcanzable que nos parezca, nunca la suprimamos de nuestra espiritualidad, incluso en estos tiempos modernos en que hay tantos satisfactores. Sacarle la vuelta sería recortar a Jesús y a su evangelio. Pero no pongamos el acento en la renuncia sino en la Persona de Jesús, en su seguimiento. Eso le dijo Jesucristo a este hombre rico: "Después, ven y sígueme”. Los discípulos, después de sus resistencias (porque le preguntan que entonces ¿quién puede salvarse?”), terminan poniendo el acento en lo principal: "ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”.
 
     De lo que se trata es de no tener ataduras. Si las riquezas, o los negocios, o las preocupaciones de la vida, o los amigos de parranda, o los vicios, etc., no nos permiten seguir a Jesús, pues más vale dejar de lado todo eso. Jesucristo es nuestro tesoro tanto en este suelo como en el cielo, ¿a poco no vale más ese Tesoro que todo lo que tenemos aquí en la tierra?
 
     A los seres humanos nos cuesta mucho trabajo tener acceso al Reino de Dios, construir con Dios ese mundo nuevo en el que podamos vivir realmente como sus hijos, porque tenemos muchos otros afanes que nos distraen, que nos apartan de ese proyecto de Dios. Jesucristo renunció a sí mismo y se dejó conducir hasta la cruz porque no puso por encima de todo a los otros afanes humanos, sino que puso en el primer lugar el Plan de Dios. A nosotros se nos hace difícil y hasta imposible, mas no lo es para Dios.
 
     Pidámosle a Dios que nos conceda dejar cualquier atadura y seguirle los pasos a Jesús, involucrarnos con él en el camino y en la tarea de construir el Reino de Dios, el Reino de la inclusión para todos.
 

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