Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
 
VIVAMOS CON INTENSIDAD NUESTRA VIDA CRISTIANA
Comentario al evangelio del domingo 15 de noviembre de 2015
Domingo 33º ordinario
Marcos 13,24-32.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     En nuestro recorrido dominical por las páginas del evangelio según san Marcos, hemos llegado, caminando detrás de Jesús, a este discurso final frente al templo de Jerusalén, justo antes de pasar a su pasión, muerte y resurrección. No hemos leído todo el discurso, sólo unos pocos versículos, pero conviene tomarlo integralmente para entender las palabras de Jesús correctamente.
 
     Jesús y sus discípulos salen del templo, y él les dice, mirando esas grandiosas construcciones, que no quedará piedra sobre piedra, que todo será destruido. Y le preguntan ellos: "Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de que todas estas cosas están para cumplirse” (v. 4). Es cuando Jesús les responde con todo un discurso de advertencia: "que nadie los engañe”, les dice. Vendrán sobre el mundo guerras y revoluciones, persecuciones contra sus discípulos, terremotos, hambres, habrá señales cósmicas (el sol, la luna, las estrellas), que es aquí donde empezó nuestra lectura de hoy.
 
     Cuando oímos de estas cosas, ¿cómo nos ponemos, qué sentimientos o actitudes nos generan? ¿Miedo acaso? Debemos preguntarnos ¿qué es lo que Jesucristo pretende generar en nosotros? Confianza, fe, fortaleza, esperanza, discernimiento, madurez ante los acontecimientos del mundo, como estos atentados terroristas en París que han causado la muerte de más de un centenar de jóvenes y han puesto en estado de conmoción a todo el país y el mundo.
 
     Tomemos las cosas de acuerdo al nivel de conocimiento del mundo que hemos venido adquiriendo. En aquel tiempo se pensaba que las estrellas podían caer del cielo, que el sol se podía oscurecer, etc. Ahora tenemos un conocimiento distinto del universo y de nuestra historia; ahora debemos expresar estos anuncios de Jesús con otros términos:
 
     Llegará un día en que nuestro sol se convierta en una enana blanca, y después, que empiecen a colapsar los planetas que giran en torno a él. Llegará un día o un momento en que este universo entero colapse sobre sí mismo, o algo parecido, según las leyes que el Creador ha inscrito en su interior, leyes sabias que nosotros no conocemos aún a cabalidad, sólo muy poco. De hecho el universo entero está en constante conmoción, en un derroche de energía fantástica, que ni nos imaginamos. Pero este colapso sucederá después de miles de millones de nuestros años. A nosotros no nos va a tocar eso, nos tocarán otras cosas, como las guerras, la violencia extrema en nuestras calles, la inseguridad, terremotos, inundaciones, huracanes cada vez más destructores, en la medida que nosotros los humanos vayamos provocando el cambio climático; pero también es posible que algún astro vagabundo amenace con chocar con la tierra, o que alguna erupción muy violenta se provoque en el interior del planeta. Ahora sabemos que estas cosas han sucedido ya y ni han terminado con el mundo ni con la vida.
 
     Sin embargo, Jesucristo no pretende darnos una profecía científica, sino llamarnos a la conversión a la vigilancia creyente. Es la vida cristiana lo que nos toca: cada día debe ser más clara, más fuerte, más madura, menos ingenua, más confiada en Dios. ¿Cómo debe vivir un cristiano en medio de todas esas cosas? Nos lo preguntamos al llegar al final del año litúrgico. El creyente debe vivir con entereza, no con debilidad, no con temor, no con supersticiones, sino con la confianza plenamente depositada en Dios. ¿Vivimos así?
 
     Pongamos nuestra mirada en Jesús, veamos en los santos evangelios cómo vivió él su vida. No nos imaginemos cómo lo hizo, veámoslo directamente en esas páginas sagradas de los santos evangelios.
 

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