Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
JESUCRISTO NO VIENE A CONDENAR
Comentario al evangelio del domingo 13 de marzo de 2016
5º cuaresma
Juan 8,1-11.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Esta escena de la vida y del ministerio de Jesucristo está primeramente para contemplarse en silencio. En su estancia breve en Jerusalén, unos pocos días antes de que lo crucificaran, Jesús enseñaba en el templo donde la multitud acudía a él, para eso, para que les enseñara, tal como lo acabamos de escuchar. Se sentaba en medio de ellos. Posiblemente aprovechaba algunos escalones que habría por ahí para ser mejor escuchado. Era una postura más de maestro sencillo y a nivel de ellos, en vez de adoptar la actitud de los escribas, de soberbia y de autoritarismo. Hay maestros que imponen sus enseñanzas, pero este es otro Maestro, el que convence. Contemplemos a Jesús hablándoles a los pobres, de Dios, de su reino para ellos, de que otro mundo es posible, un mundo sin injusticias como Dios lo quiere. Etc.
 
     Jesús pasaba la noche en el monte de los olivos mientras las gentes se iban a sus casas. Por el día regresaba al templo a enseñar. En eso estaba cuando se le acercaron los escribas y fariseos con aquella pobre mujer. Repito: contemplemos a Jesús en esta escena, escuchemos lo que ellos le dicen, su insistencia. Contemplemos a Jesús agachado escribiendo en el suelo con el dedo, ignorando sus intenciones, o quizá envuelto en sus pensamientos, dándoles incluso tiempo para que recapacitaran. Escuchemos sobre todo sus dos sentencias finales, una para ellos, otra para la mujer. Contemplemos la Buena Noticia de Dios hecha carne, hecha persona para este mundo. Con razón dice san Pablo en la segunda lectura que el conocimiento de Jesucristo es sublime, que a nada se compara, que hasta lo más valioso de este mundo es basura frente a él.
 
     Que el comentario que sigue no opaque lo que debemos contemplar con profundidad espiritual.
 
     Los escribas y fariseos se amparan para sus acusaciones en la ley de Moisés. Leemos en efecto en el libro del Levítico 20,10: "Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, será muerto tanto el adúltero como la adúltera”. Hay que decir dos cosas: primero, que ellos están citando de manera sesgada la ley de Moisés, con una mentalidad machista, haciendo caer el peso del pecado solamente en la parte femenina, seguramente para excluirse a sí mismos de toda culpa, porque la ley de Moisés habla tanto del hombre como de la mujer que cometen adulterio, no sólo de la mujer, y ellos sólo han atrapado a la mujer, a la parte más débil. La ley de Moisés es muy drástica, efectivamente habla de matar a ambos adúlteros, para extirpar el mal del pueblo santo. Segundo, nosotros vemos que no es tanto el celo de escribas y fariseos por cumplir la ley, sino la animadversión que le tienen a su adversario, Jesús. Sus intenciones no son buenas, son malas, y se llevan entre las patas a esta pobre mujer.
 
     En un primer momento, Jesucristo los ignora olímpicamente. Sabía que ellos no se desanimarían porque no estaban dispuestos a dejar pasar esta magnífica oportunidad para acusarlo ante los sumos sacerdotes. Es ante su insistencia que Jesús se incorpora para ofrecerles esta frase lapidaria, una frase que se ha hecho patrimonio de la humanidad, porque la citan los políticos, los periodistas, las canciones, etc. Es en verdad una sentencia evangélica de oro: "Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”. Son unas palabras que calan hasta el fondo de la conciencia, que desnudan por completo a sus acusadores y a todos los que tenemos el privilegio de escucharla. ¡Qué sabiduría de Jesús, qué conocimiento tan profundo tiene de los hombres y de sus corazones!
 
     Este pasaje no le corresponde al evangelio de san Juan, todos los biblistas y la Iglesia misma están de acuerdo en esto. Ustedes deben conocerlo. Pensamos que originalmente era de san Lucas. ¿Por qué se extravió? Posiblemente causó escándalo en las primeras comunidades cristianas el que Jesús haya perdonado a una persona que aparentemente no se había acercado a él debidamente arrepentida, como sí lo fue el caso de la pecadora del capítulo 7 de san Lucas. Aquí hay que decir que Jesucristo rebasa también a los primeros cristianos. Es una bendición de Dios que otros cristianos de la antigüedad no hayan permitido que se perdiera esta joya evangélica, no importando que la hayan colocado en un evangelio que no le correspondía.
 
     También nosotros, sobre todo los eclesiásticos, debemos abrirnos a los procederes de Jesucristo, él no vino a condenar, no vino a dictar sentencia de muerte contra los malos. Hay muchos pasajes en el antiguo testamento sobre la muerte de los malvados. Jesucristo dicta sentencia de vida para todos. Eso sí, el pecado nos conduce a todos a la muerte, está más que comprobado. Pero Jesús quiere la conversión para la vida.
 
     (Recuerden que hoy domingo celebramos el día del seminario en nuestra diócesis. Si gustan, den un poquito más en la ofrenda).
 

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