Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
CATÓLICOS E IGLESIA EN SALIDA
Comentario al evangelio del domingo 3 de julio de 2016
14º ordinario
Lucas 10,1-20.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
     El domingo pasado escuchamos en el evangelio que Jesús, en su camino a Jerusalén, continuó llamando discípulos en su seguimiento. Les advertía que él no les podía ofrecer nada material, porque no tenía ni dónde reclinar la cabeza, hasta las zorras y los pájaros contaban con más medios de vida que él. Les pedía que no pusieran de pretexto a su familia, que pusieran la mano en el arado y no miraran hacia atrás.

     Pues ahora vemos para qué llamaba Jesús a las personas en su seguimiento, los llamaba y nos llama a nosotros para enviarnos. La tarea es muy grande, nos dice Jesús, y para ello se necesitan misioneros, apóstoles, enviados. ¿Cuál es la tarea tan grande que tenemos enfrente según Jesús, según nosotros? La tarea es salvar a este mundo. ¿Es una tarea sencilla? Desde luego que es algo muy grande, y debemos sentirnos agradecidos por la convocatoria de Jesús. Somos convidados para trabajar en su obra, la obra de la salvación de este mundo. Lo dice Jesús con estas palabras: "La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.

     Traduzcamos estas palabras a nuestros tiempos. ¿Qué es lo que hay que hacer para salvar a este mundo? Proponernos ser cada día mejores como personas. Pero no quedarnos ahí. Hay que salir hacia los demás: colaborar en las obras de la Iglesia, el catecismo, los grupos juveniles, la catequesis de los adultos, la liturgia. Tampoco debemos quedarnos en ese nivel. Debemos tomar conciencia que nuestro mundo, que nuestra sociedad necesita cambiar, que si queremos un mundo de paz, tenemos que sembrar la paz en todos los corazones, que si queremos un mundo de justicia, todos tenemos que trabajar por implantar la justicia, para que este mundo sea más equitativo, que si queremos una humanidad que viva en el amor de Dios, tenemos que vivir el amor y sembrarlo en todos los corazones. Hay que trabajar todo esto en los niños, en los jóvenes, en los adultos. Como Iglesia en conjunto no estamos haciendo nuestra tarea, este mundo se nos está escapando de las manos, ha tomado otro rumbo, el rumbo de la violencia, del crimen organizado, del consumismo de bienes materiales por encima de todo, del egoísmo, del odio, de la marginación, de la desintegración de familias, personas y colectivos. No nos encerremos, los poquitos que somos, en las cosas de la religión, hay que salir al mundo para transformarlo.

     Salgamos sin pretextos, nos dice Jesús. Ya el domingo pasado nos había advertido que él no tenía medios materiales que ofrecernos, pues ahora nos envía sin nada: "los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias”. Jesucristo nos quiere enteramente desprendidos. Salgamos con lo que tenemos. Toda nuestra vida tiene que ser una entera salida, siempre debemos estar abiertos al mundo. Por eso nos repetimos que estamos en misión permanente, porque no es de vez en cuando, sino todos los días, toda la vida.

     Jesús no nos asegura una recompensa en este mundo pero sí que nuestros nombres van a estar escritos en los cielos.

 
 

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