LA PLENITUD DE LA PASCUA DE
CRISTO
Domingo de la Ascensión del
Señor – ciclo C, 1 de junio de 2025
Hechos de los apóstoles 1,1-11; Lucas 24,46-53.
Carlos Pérez B., Pbro.
Nos ha tocado escuchar el final del evangelio según san Lucas, y, en la
primera lectura, el comienzo del libro de los Hechos de los apóstoles. Ambos
escritos bíblicos se le atribuyen a este discípulo y compañero de misión del
apóstol san Pablo.
La liturgia sigue la cronología del evangelista san Lucas: 40 días se
estuvo encontrando Jesucristo resucitado con sus discípulos. Esos 40 días se
cumplieron el jueves pasado, pero en México pasamos la fiesta de la Ascensión
al domingo para dar oportunidad de que la celebren más católicos. Y al 50° día,
siete semanas después de la pascua, vino el Espíritu Santo sobre la comunidad
de los discípulos. Los otros evangelistas nos presentan otra cronología. Pero
lo que importa no son los números matemáticos sino su sentido profundo: nos
hablan de la plenitud de la pascua de Cristo, la plenitud de su resurrección
como una buena noticia para todo nuestro mundo. Y la plenitud de la pascua de
Cristo será el don del Espíritu Santo, cuya fiesta celebraremos el próximo
domingo.
Los otros evangelios nos transmiten el mandato misionero de Jesucristo en
estos términos: "Vayan y hagan discípulos
a todas las naciones” (Mateo 28); "Vayan
y anuncien el Evangelio a toda creatura” (Marcos16); "Como el Padre me envió,
también yo los envío… Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos” (Juan 20). San Lucas, en
cambio, nos transmite este mandato misionero de Jesús como lo hemos escuchado
en la primera lectura y en el evangelio de hoy: "De predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a
todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Ustedes son testigos de estas
cosas”. Y lo mismo en Hechos: "Recibirán
la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”.
¿De qué clase de testigos
está hablando nuestro Señor? Hay testigos mudos a los que les da miedo decir lo
que vieron. Hay testigos a los que no les consta suficientemente el testimonio
que pueden dar. Hay testigos que sólo lo son de palabra. Pero Jesús nos
constituye en testigos vivientes de su buena nueva de salvación para todo el
mundo, testigos de la gracia de Dios para este mundo de odio y de egoísmo,
testigos de la vida manifestada no sólo en la resurrección sino en los lugares
de Galilea en los que el Hijo de Dios encarnado en la pobreza realizó sus
milagros y sus enseñanzas, sus conflictos y toda la entrega de su vida.
¿Somos testigos de todo
esto como lo dice Jesús? En griego, la palabra ‘testigo’ se dice ‘mártir’. En
nuestro lenguaje eclesial se refiere al testigo que lo es con toda su persona,
hasta el precio de su sangre, como el Maestro, testigo de la vida de Dios desde
la cruz con su sangre derramada. Para tener esta calidad de testigos, necesitamos
tomar nuestras cosas e irnos a vivir al Evangelio. Sí, hay que entrar en los
santos evangelios, y caminar vivencialmente, no tanto como meros lectores, detrás
de Jesús. Necesitamos sentarnos a la orilla del lago, al escuchar el evangelio,
y vivir intensamente cada milagro de Jesús; que cada enseñanza suya, tan llenas
todas de sabiduría divina, nos hagan vibrar desde lo más hondo de nuestro
corazón; necesitamos vivir la pobreza-riqueza de Jesús en comunión con él;
necesitamos gozar con él, sufrir con él con los sufrientes, amar con él a los
más necesitados… y llegar con él a la cruz y a la resurrección porque Dios es
férreo partidario de la vida.
Con estas experiencias
vividas en seguimiento de los pasos de Jesús por las páginas de los santos
evangelios, nos capacitaremos para salir al mundo de hoy y recrear ese
seguimiento en las realidades de nuestro tiempo presente, como testigos (‘mártires’)
de cuerpo entero.
Necesitamos al santo Espíritu
de Dios porque con nuestras solas fuerzas no seremos testigos de nada. El
próximo domingo celebraremos la fiesta del Espíritu Santo.