ALEGRÉMONOS PORQUE EL SEÑOR ESTÁ CERCA
Domingo 3° de adviento, 14 de diciembre de 2025.
Isaías 35,1-6 y 10; Mateo 11,2-11.
Como ya estamos cerca de la navidad, la Iglesia
nos invita con la Palabra de Dios a alegrarnos, porque Jesús está cerca de
nosotros, más aún, Jesús vive en medio de nosotros y camina con nosotros
fortaleciéndonos con su gracia salvadora.
Isaías, el profeta del adviento, nos ha estado
animando en estos domingos con sus anuncios que reavivan nuestra ilusión de un
tiempo nuevo, un tiempo distinto al que estamos viviendo, un tiempo de profunda
esperanza, un tiempo de Dios. Recordemos aquella palabra del capítulo 2: "de las espadas forjarán arados, de las
lanzas, podaderas… ya no se adiestrarán para la guerra”. El domingo pasado
escuchábamos en el capítulo 11: "sobre él
reposará el Espíritu del Señor Yahveh… "nadie hará daño a nadie en todo mi monte
santo, porque la tierra estará llena del conocimiento de Dios”. Pues ahora
nos anuncia en el capítulo 35: "Regocíjate, yermo
sediento. Que se alegre el desierto y se cubra de flores, que florezca como un
campo de lirios, que se alegre y dé gritos de júbilo… Se iluminarán entonces
los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán. Saltará como un
ciervo el cojo, y la lengua del mudo cantará. Volverán a casa los rescatados
por el Señor, vendrán a Sión con cánticos de júbilo, coronados de perpetua
alegría; serán su escolta el gozo y la dicha, porque la pena y la aflicción
habrán terminado”. Siete veces se menciona en este pequeño pasaje la palabra dicha,
alegría, júbilo, gozo.
El profeta anunció este
tiempo de alegría varios siglos antes sin saber con precisión de quién estaba
hablando. Los cristianos nos damos cuenta que estas profecías se cumplen
cabalmente en los tiempos de Jesús, en la persona de Jesús.
Nos dice san Mateo que
Juan, desde la cárcel, le envió una pregunta a Jesús: "¿eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?” Algunos
biblistas ven en esta pregunta la duda de Juan. Nosotros vemos más bien que
Juan continúa prestando su servicio, su vocación, de manifestar a Jesús al
mundo. A sus discípulos, y también a nosotros nos brinda la oportunidad de
escuchar de los propios labios de Jesús su magnífica respuesta: "Vayan a
contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan,
los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan
y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta
defraudado por mí”.
¿Alguien puede pensar que en Jesús son puras
palabras que se lleva el viento? Claro que no. Por eso los cuatro evangelios
abundan en milagros o señales realizadas por él. Los católicos que estudiamos
cada día esas páginas sagradas comprobamos con alegría que de veras en Jesús se
empezaron a cumplir los tiempos nuevos. Jesucristo creó en torno suyo, en
Galilea, ese tiempo de alegría, de gracia, salvación, amor de Dios,
misericordia cuya plenitud estamos esperando de manera activa, siguiendo los
pasos de Jesús nuestro Guía.
Y nosotros, Iglesia de hoy, ¿qué obras
concretas estamos presentando? ¿Puras declaraciones, decretos, discursos,
proyectos que se quedan en el papel? Hay una cara de nuestra Iglesia que muchas
veces ignoramos: quienes trabajan con los pobres, ancianos, huérfanos, enfermos,
desamparados; los que trabajan apostólicamente con obreros, campesinos,
indígenas; les abren los ojos con un trabajo profundamente evangelizador. No
sólo los pobres abren los ojos sino también la mente, el corazón, los labios
cuando son integralmente evangelizados. Lo constatamos palpablemente, con
alegría: ¡cómo cambia su vida con el contacto vivo con Jesús!
Su
hermano: Carlos Pérez
B., Pbro.